1 de noviembre de 2010

EMOCIONES DESTRUCTIVAS – Parte XX y Final - DANIEL GOLEMAN

La biotecnología redescubre una antigua técnica

Pero, por más interesantes que fueran los resultados de la investigación realizada con el geshe –pensaba Richie, únicamente procedían de una sola persona... y de una persona en verdad muy poco convencional. ¿Es posible advertir la presencia del mismo tipo de cambios en la actividad cerebral de las personas normales y corrientes? Para responder a estas preguntas, él y sus colegas se decidieron a estudiar lo que ocurría con personas que trabajaban en una empresa de biotecnología, un sector que se halla sometido a una gran presión competitiva para desarrollar y comercializar nuevos productos.6

"Los empleados de esas empresas –comenzó Davidson suelen estar muy apremiados por el tiempo y, aun en el mejor de los casos, se hallan sometidos a una gran tensión nerviosa. Es por ello que, considerando la posibilidad de llevar a cabo un experimento que también pudiera serles de utilidad personal, recabé la ayuda de Jon Kabat–Zinn, de la University of Massachusetts.

"Jon, que tal vez sea el occidental con más experiencia en la enseñanza de la meditación de la atención plena a una amplia diversidad de personas fuera del ámbito religioso, se mostró inmediatamente de acuerdo en colaborar con nosotros y aceptó volar, durante diez semanas consecutivas, desde Massachusetts hasta Madison (Wisconsin) para encargarse de dirigir las sesiones de entrenamiento.

"En el mes de julio pedimos a las personas interesadas en la práctica de la meditación que se inscribieran en el programa. En el mes de septiembre y antes de emprender las sesiones de meditación, llevamos a cabo un registro electroencefalográfico –y otras variables biológicas para determinar el funcionamiento normal de los participantes. Después de haber completado esta evaluación, asignamos al azar a los participantes al grupo de meditación, y otros a un grupo diferente (al que llamamos "grupo de control de lista de espera") diciéndoles que, de momento, no podíamos trabajar con todos y que ya les llamaríamos para impartirles el mismo entrenamiento."

–¿Lo hicieron así porque no había espacio suficiente, o fue una estrategia deliberada? –se interesó el Dalai Lama.

–Fue algo deliberado –respondió Davidson porque, de ese modo, contaríamos con un grupo neutro de control (compuesto por personas de la misma empresa, que se hallaran sometidas al mismo estrés y estuvieran también interesadas en la meditación) que pudiera servirnos para realizar necesarias comparaciones. En el momento en que llevamos a cabo la evaluación inicial, ignorábamos quiénes iban a ser asignados al grupo de meditación y al grupo de control.

"Luego, el grupo de meditación recibió el entrenamiento habitual que suele impartir Jon Kabat–Zinn, que consiste en un encuentro de dos a tres horas por semana durante ocho semanas más un día entero de retiro.7 También obtuvimos el permiso del presidente de la empresa para que los empleados pudieran asistir a las sesiones de meditación –un comentario que despertó la sonrisa amable del Dalai Lama.

"Entonces acondicionamos una pequeña y hermosa habitación en la empresa que utilizaríamos como sala de meditación y, después de la sexta semana, llevamos a cabo un retiro en silencio de un día de duración. Todos los integrantes de ese grupo recibieron también la invitación de practicar diariamente durante cuarenta y cinco minutos y, al finalizar el día, de anotar en un pequeño formulario el tiempo que en realidad habían estado practicando. Más tarde sometimos esos datos –que Jon Kabat–Zinn no recibió hasta concluir el entrenamiento a un riguroso análisis. El entrenamiento concluyó a mitad de noviembre, y organizamos las cosas para que sucediera en el mes de otoño porque, al finalizar, todos los participantes –tanto los integrantes del grupo de meditación como los del grupo de control iban a ser vacunados contra la gripe."

–¿Y cuál era el significado de todo ello? –preguntó el Dalai Lama.

–Tomar muestras de sangre –respondió Davidson en momentos posteriores a la vacuna que nos permitirían valorar cuantitativamente el funcionamiento del sistema inmunológico de los sujetos. De ese modo podríamos determinar si la meditación había surtido algún efecto en el sistema inmunológico.

Quisiera señalar, en este sentido, la existencia de una interesante anécdota que, según creo, todavía no ha sido explicada. Poco antes de comenzar la campaña Tormenta del Desierto, los soldados de Estados Unidos que se desplazaron al golfo Pérsico fueron vacunados contra la hepatitis A, y un amplio porcentaje de ellos no presentaron seroconversión en respuesta a la vacuna, es decir, recibieron la vacuna, pero no funcionó. La explicación que se dio de este hecho es que el estrés que suponía la posibilidad de entrar en guerra interfirió con el funcionamiento de su sistema inmunológico. También existe una investigación reciente que demuestra que los familiares que se encargan de cuidar a pacientes que padecen de la enfermedad de Alzheimer tienen una respuesta muy pobre a la vacuna de la gripe.8 Todos estos datos parecen indicar que la tensión nerviosa puede tener un impacto muy poderoso en las medidas de la inmunidad.

Davidson sabía que la elevada activación del área prefrontal izquierda predice una respuesta del sistema inmunológico más positiva a la vacuna, pero quiso dar un nuevo paso y determinar también los efectos de la práctica de la atención plena sobre el sistema inmunológico.

"El experimento también aspiraba a determinar si la meditación, cuanto antídoto del estrés, tiene algún efecto beneficioso sobre el sistema inmunológico, un punto que nunca antes había sido investigado. Al concluir el experimento, todos los participantes –incluidos los del grupo de control que no habían recibido el entrenamiento en meditación fueron vacunados y volvieron de nuevo al laboratorio para registrar su actividad electroencefalográfica, cosa que se repitió cuatro meses más tarde. Finalmente, el grupo de control recibió el entrenamiento en meditación una vez acabadas todas las evaluaciones.

"Quisiera comentarles ahora cuatro resultados y una observación que se derivaron de este estudio. Como era de esperar, el primer descubrimiento fue que los informes de los participantes del grupo de meditación evidenciaban una clara disminución de la ansiedad. También presentaban menos emociones negativas y emociones más positivas que el grupo de control. Eso era algo que, como sugerían ciertos estudios anteriores, esperábamos que ocurriese, de modo que no nos sorprendió. El interés fundamental de nuestro estudio se centraba en los cambios en el funcionamiento cerebral.

"El análisis estadístico de los datos de la primera evaluación realizada entre los meses de julio a septiembre –antes de que los sujetos fueran asignados a sus respectivos grupos– no mostraba la presencia de ninguna diferencia estadística significativa en los datos electroencefalográficos relativos a la activación frontal izquierda (asociada, recordémoslo, a las emociones positivas). Pero, en la tercera valoración, realizada cuatro meses después de haber concluido el entrenamiento, el grupo que había recibido el entrenamiento en meditación evidenció un significativo aumento en la activación izquierda comparada con la mostrada antes de emprender el entrenamiento.

"También debemos señalar que, cuanto mayor era la inclinación hacia la izquierda en la actividad prefrontal, más emociones positivas presentaban en su vida cotidiana quienes habían pasado por el entrenamiento meditativo. Pero lo más curioso –añadió Davidson es que, en el grupo de control, las cosas parecían moverse precisamente en la dirección contraria ya que, como él mismo dijo:

"-Sin embargo, los del grupo de control empeoraban! Y ello tal vez se debiera a que les habíamos prometido que, después de pasar por el entrenamiento en meditación, les pasaríamos una prueba muy elaborada, y se enfadaron (-con razón!) con nosotros... aunque hay que señalar que finalmente también recibieron la prometida formación.

"Pero el hallazgo más interesante –y el que más nos sorprendió, porque nunca antes había sido descubierto fue que el grupo de meditación mostraba una respuesta inmunitaria significativamente mejor a la vacuna de la gripe que el grupo de control. Se trata de un efecto inverso al provocado por la tensión nerviosa que pone claramente de manifiesto los efectos positivos de la meditación en la eficacia de la vacuna. Otra investigación ha demostrado la presencia de una correlación positiva entre todos estos valores y la menor probabilidad de contraer la gripe en el caso de que el sujeto se halle expuesto al virus."

La investigación realizada anteriormente por Richie había evidenciado que las personas que muestran una mayor activación del lóbulo prefrontal izquierdo (asociado, recordémoslo, a las emociones positivas) también presentan una mayor intensidad de algunos parámetros ligados a la función inmunitaria. Estos descubrimientos Llevaron a Richie a esbozar la hipótesis de que, cuanto más positiva es la predisposición de la persona, más y mejor es la capacidad de su sistema inmunitario para responder a la vacuna de la gripe. Y los resultados demostraron que el grupo que había pasado por el entrenamiento meditativo de la atención plena presentaba una mayor respuesta a la vacuna de la gripe; y, lo que es todavía más importante, que cuanto mayor es la inclinación hacia la izquierda en la actividad cerebral de una persona, mayor es también su respuesta positiva a la vacuna.

El Dalai Lama se mostró muy interesado en el informe de Richie sobre los efectos de la meditación en el sistema inmunitario, porque corroboraban su opinión de que emociones como la ira o el estrés resultan dañinas para la vida humana y que la serenidad mental y la actitud compasiva son, por el contrario, muy provechosas. Y también hay que subrayar que todas esas conclusiones no se derivan de ninguna religión, Dios o nirvana, sino de los resultados de la investigación científica. Más argumentos –como había comentado en un momento anterior del encuentro– en favor de su ética secular.

Algunos datos confusos

Richie afirmó estar entusiasmado con esos descubrimientos, pero también dijo que hay que ser muy cautelosos y considerarlos como algo provisional, porque sólo se basan en un número reducido de personas.9 En este sentido, quería repetir el experimento utilizando el RMN (en lugar del EEG) porque, de ese modo, podría adentrarse en la profundidad del cerebro y ver directamente lo que ocurre en la amígdala. A fin de cuentas, los datos del EEG sólo reflejan la actividad frontal izquierda y únicamente permiten inferir que la meditación de la atención plena disminuye la activación de la amígdala, algo que el RMN, por su parte, le permitiría confirmar.

"Ya he señalado –dijo entonces Richie, centrándose en un conjunto de datos que resultaban un tanto confusos que, al finalizar cada día, entregábamos a las personas un pequeño cuestionario en el que debían anotar el tiempo que habían practicado. Y creemos que sus respuestas eran sinceras, porque hubo hasta quien nos dijo que nunca practicaba fuera de clase. Cuando analizamos la posible relación entre los cambios (en el sistema inmunitario y en la actividad cerebral) y el tiempo que los participantes decían invertir en la práctica, descubrimos que no existía la menor correlación."

–Quizás –señaló entonces el Dalai Lama se hallaban mejor preparados y no tenían necesidad de practicar tanto.

"Entonces consideramos –prosiguió Richie la posibilidad de que quienes se hallaban en el grupo de meditación practicasen de manera espontánea en su vida cotidiana. Tal vez, cuando estaban sometidos a una tensión nerviosa, prestaban atención a su respiración, o comenzaban a experimentar la emergencia de las sensaciones corporales, como se les había enseñado en las clases de meditación."

–La meditación de la atención plena –coincidió el Dalai Lama, apoyando la hipótesis de Richie– puede llevarse perfectamente a cabo en medio de la actividad cotidiana.

Pero existe otra posible explicación a los datos de Davidson y es que, en el caso de los principiantes, tal vez baste con asistir a ocho clases de meditación (de entre treinta a cuarenta y cinco minutos) más las ocho horas del día de retiro para gozar de sus beneficios en el estado de ánimo, la actividad cerebral y la función inmunitaria. De un modo u otro, todos los integrantes del grupo de meditación habían pasado por un mínimo de catorce horas de práctica. Lo más curioso era que el tiempo diario adicional de práctica no parecía redundar en una mejora de esos beneficios, o, dicho en otras palabras, que no existe una relación lineal como la que suele darse entre el aumento de la dosis de una determinada medicación y la prontitud en la recuperación del paciente.

Convendría decir que los resultados de la investigación de Richie se asemejan a los que han sido encontrados en los estudios que han correlacionado el ejercicio y la enfermedad cardíaca entre las personas sedentarias. En este sentido, las personas que nunca han hecho ejercicio parecen beneficiarse mucho cuando pasan de ser sedentarias (es decir, ejercicio cero) a hacer un par o tres horas de ejercicio semanal, pero el aumento de tres horas más no parece tener una gran incidencia. Tal vez baste, pues, con las catorce horas de meditación, la cantidad mínima de quienes asisten a los cursos de Kabat–Zinn, para alcanzar el punto culminante puesto de relieve por la investigación de Davidson.

"Pero, sea cual fuere la explicación, nosotros estamos muy satisfechos y hasta entusiasmados con los resultados obtenidos. Esperamos seguir con esta colaboración y examinar también el efecto duradero de algunas de las comprensiones del budismo sobre el cerebro y el cuerpo para hacernos más felices y tal vez incluso más sanos."

-Excelente!– exclamó el Dalai Lama.

Una investigación para comprender los estados mentales

A esas alturas del encuentro, la mesa estaba literalmente cubierta de todo lo que había ido acumulándose durante la semana: libros, cuadernos de apuntes, un modelo desmontado del cerebro, agendas electrónicas, cámaras, equipos de audio y de vídeo, botellas de agua, etcétera.

–¿A qué tipo de investigación –pregunté entonces al Dalai Lama, abriendo nuestro último debate– cree usted que deberíamos prestar más atención?

Tras una larga pausa, el Dalai Lama empezó a establecer relaciones entre las dos presentaciones realizadas por Richie en torno a la neurología de las emociones destructivas:

–Cuando Richie habló del tipo de antídotos que podrían utilizarse para contrarrestar el efecto de las emociones negativas me pareció que el mismo término "antídoto" ya suponía una valoración crítica. Tal vez fuera posible presentar las cosas de modo que simplemente examinemos qué estados mentales se oponen o contrarrestan a otros, como sucede cuando hablamos de la relación que existe entre la corteza prefrontal izquierda y la amígdala.

Supongamos el caso de un estado emocional apagado o indiferente.

Uno no puede decir que ese estado sea negativo o destructivo, porque ello depende de las circunstancias concretas. Tal vez, si uno se siente muy arrogante y con una autoestima desproporcionada, ese estado resulte positivo para volvernos a colocar en nuestro sitio, pero si, por el contrario, uno tiene una autoestima muy baja, o se halla sumido en la depresión, no parece ser de gran utilidad. No creo, pues, que podamos afirmar que un determinado estado sea positivo o negativo sin tener en cuenta el contexto en que se presenta.

También podríamos considerar dos tipos diferentes de estados emocionales y tratar de evaluarlos en función del contexto y de determinar cuál es el estado diametralmente opuesto. Sería algo parecido a lo que ocurre químicamente entre un ácido y una base. Es erróneo decir que ésta sea positiva y aquél negativo, sino tan sólo que son incompatibles y se neutralizan mutuamente.

Otro punto muy interesante –señaló el Dalai Lama dirigiendo nuestra atención en una dirección muy diferente– es que, cuando uno está soñando, sus facultades sensoriales también parecen aletargarse, de modo que no ve ni oye nada. Pero si, cuando uno está soñando, usted le grita, le oye y se despierta, lo cual parece insinuar que, aunque el nivel de conciencia sensorial ordinario está inactivo, debe permanecer activo algún nivel sutil de la conciencia que le permite despertar cuando alguien le grita. Ésa también sería un área de estudio muy interesante.

¿Cuál es la parte del cerebro que se activa –se preguntó entonces– cuando uno está soñando y cuál es la relación que todo ello guarda con nuestra anterior discusión de la parte del cerebro que permanece activa en la conciencia perceptual directa como algo opuesto a la cognición conceptual mental?

–Las regiones del cerebro –replicó Richie responsables de la percepción visual son también las que se ven activadas durante el sueño. Además, Alan Hobson y sus colegas de la Harvard Medical School han descubierto que dos terceras partes del contenido emocional predominante en los sueños de las personas normales están relacionados con la ansiedad. Estudios muy recientes han señalado también la presencia de una especial activación, durante el sueño, de la amígdala (que está asociada a ciertas emociones negativas) y de una activación muy limitada del lóbulo frontal. Pareciera, pues, como si existiese un equilibrio dinámico entre ambas regiones y que, cuando aumenta la activación de una de ellas, disminuye la de la otra.

Dicho en otras palabras, la activación incontrolada de la amígdala, libre de las restricciones impuestas por el área prefrontal, desempeña un papel muy importante en la generación de la realidad emocional del subconsciente que se pone de relieve en nuestra vida onírica.

–¿Cree usted –preguntó entonces el Dala Lama que la experiencia –o el cultivo del amor y de la compasión mientras uno está soñando podría tener algún efecto en la activación en la corteza frontal?

–Ésta me parece una pregunta muy interesante –respondió Richie–. Recientemente hemos publicado un artículo en el que afirmamos que las personas que tienen muchas emociones positivas en su vida vigílica también presentan la misma pauta de activación frontal y muestran más emociones positivas durante el sueño –éstos forman parte, a fin de cuentas, del tercio de personas que no presentan sueños de ansiedad.10

–Así pues –comentó entonces el Dalai Lama–, el hecho de poseer una mente sana no sólo resulta beneficioso para la vigilia, sino también para el sueño.

De este modo, el Dalai Lama se hacía eco de una conocida tradición budista relativa a los beneficios de la virtud, según la cual el estado mental que uno tenga poco antes de dormirse se extiende también a los sueños. Los textos budistas también consideran sueños positivos a aquellos que se benefician del cultivo de emociones positivas como el amor y la compasión. –Esto es absolutamente cierto –coincidió Richie. Existe una elevada correlación entre las emociones vigílicas y las emociones oníncas.

–Sería erróneo –puntualizó Owen– concluir que un tercio de las personas tienen sueños positivos. El dato es que, hablando en términos generales, cerca de dos tercios de los sueños son negativos. Es cierto que algunas personas tienden a tener emociones más positivas, pero rara vez encontramos a una persona cuyos sueños siempre sean positivos. Otro rasgo interesante sobre el tono afectivo de los sueños es que, en ellos, las emociones tienden a disminuir. Tal vez uno empiece teniendo un sueño neutro, pero luego suele empeorar y casi nunca mejora. Recuerdo que, en cierta ocasión, tuve un sueño muy interesante con la actriz Marilyn Monroe...

Luego desperté del sueño –continuó diciendo Owen, después de que los intérpretes le explicaran al Dalai Lama de quien estaba hablando y, por más que quise, nunca pude retomarlo.

–Según cuentan los maestros y eremitas del pasado –comentó Matthieu, ilustrando la posición contraria, son muchos los practicantes que desarrollan la facultad de cobrar conciencia de los sueños y de modificarlos a voluntad. Tal vez entonces, el sueño empiece siendo muy dramático y negativo, pero luego, súbitamente, concluye ese ciclo y sigue de un modo muy positivo. De hecho, ése es uno de los objetivos de la práctica del yoga del sueño o sueño lúcido."

Una ira despojada de ilusión

Alan Wallace asumió entonces su papel como coordinador filosófico y reorientó el debate hacia el tema fundamental de nuestra reunión, las emociones destructivas, y bosquejó del siguiente modo la gran diferencia entre las visiones sostenidas al respecto por la ciencia y el budismo.

"El primer día señalamos que, según la ciencia, todas las emociones están bien, porque cumplen con una función. En consecuencia, no debemos desembarazarnos de la ira ni de ninguna de las llamadas emociones destructivas, sino que basta con encontrar la medida apropiada y la circunstancia adecuada a cada una de ellas. El budismo, sin embargo, aspira a erradicar todas las aflicciones mentales para que nunca más vuelvan a presentarse. Desde esta perspectiva, las emociones negativas nunca son apropiadas, y algunas de ellas son una auténtica enfermedad."

Luego procedió a señalar que, para Occidente, la normalidad es un punto de llegada mientras que, para el budismo, no es más que un punto de partida.

"Occidente considera positivamente la normalidad, pero, para el budismo, se trata únicamente del trampolín que nos permite acceder a la práctica del Dharma. Sólo desde ahí es posible reconocer que estamos sumidos en el océano del sufrimiento porque nuestras mentes son disfuncionales, es decir, porque nos aferramos a las aflicciones mentales.

"Y ésta parece ser una gran diferencia... hasta que la contemplamos más de cerca. De la presentación de Paul Ekman destacaría un par de cuestiones que me parecen muy relevantes, y es que la presencia de la ira distorsiona nuestra percepción y nuestra cognición y que va seguida de un período refractario durante el cual uno no puede disponer libremente de su inteligencia. Desde la perspectiva budista, la ira es, por definición, un estado mental aflictivo que se deriva de la ilusión y que distorsiona nuestra cognición de la realidad. Si existiera algo como la ira que no fuese el resultado de la ilusión y no distorsionase nuestra visión de la realidad, no le llamaríamos ira.

"Esto nos abre las puertas a una investigación muy interesante de la que he estado hablando con Richie y que se refiere a la posibilidad de que exista una emoción que se asemeje a la ira, pero que no vaya seguida (o apenas si vaya seguida) de un período refractario y no distorsione (o distorsione muy poco) la percepción ni la cognición.

"En los niveles superiores del desarrollo espiritual –dijo entonces Alan, uno puede sentir una fuerte energetización cuando presencia una injusticia, pero no creo que fuera adecuado descartarla como una aflicción mental. Tal vez, entonces, si realmente existe una ira constructiva, podríamos decir que la ira constructiva se trata de una ira despojada de ilusión." –En sí mismos, el deseo y la aversión –dijo entonces el Dalai Lama, subrayando otra importante diferencia no son aflicciones mentales. No creo que podamos decir que, si a uno le desagradan las coles de Bruselas, padezca una aflicción mental... a menos que ello se combine con el apego. Y lo mismo podríamos decir con respecto al caso de la ira, ya que el simple hecho de que aparezca una emoción intensa no necesariamente implica la emergencia de la aflicción mental de la ira que, por definición, es ilusoria.

Una ira constructiva

–En su comentario me parece advertir –dijo Paul, que llevaba un rato tratando de intervenir– dos cuestiones diferentes, ambas igualmente complejas e interesantes. La primera de ellas tiene que ver con el hecho de si, en el período refractario que acompaña a un episodio de ira o de cualquier otra emoción constructiva, uno está realmente distorsionado. Y, en este sentido, quisiera comentar un par de cosas. Si la ira es constructiva, el período refractario es más corto, y somos más capaces de responder a los cambios de las circunstancias que la motivaron. Por la otra, creo que el término distorsionado resulta, en este caso, equívoco y que tal vez conviniera sustituirlo por otro como enfocado, por ejemplo. Es cierto que la ira provoca un estrechamiento de la atención, pero también lo es que va acompañada de una focalización en el evento que la desencadenó y en nuestra respuesta al respecto.

Pero, cuando el período refractario es más largo, no sólo se focaliza, sino que también se pone en marcha la distorsión. Esto es lo que ocurre, según creo, cuando uno empieza a considerar otras cuestiones que no se hallaban presentes en la situación desencadenante. Consideren, por ejemplo, el caso de la llamada telefónica de mi esposa –a quien, por cierto, no creo que le guste mucho que hable tanto de ella en su ausencia– de la que hablábamos el otro día. El hecho de que, en ese caso, yo recordase la relación con mi madre (a quien nunca pude expresarle mi enfado) significa que no sólo estaba respondiendo a mi esposa, que mi respuesta estaba distorsionada y que el período refractario era consecuentemente más largo.

Las emociones nos movilizan y nos ayudan a ponernos en funcionamiento y, en consecuencia, también nos permiten responder a lo que ocurre después. Por ello digo que son adaptativas. Cuando son inadaptadas, es decir, cuando van seguidas de un largo período refractario, uno acaba respondiendo a cosas que ya no están presentes. Yo creo que todas éstas son cosas que pueden servirnos ya que, cuando uno se ve agobiado por cuestiones externas a la situación, puede aprender a liberarse de ellas para responder al momento sin distorsión alguna.

–Me gustaría –dijo entonces Richie tocar un par de cuestiones relacionadas con la noción de distorsión. Como ustedes vieron en las imágenes del cerebro que les mostré el miércoles, la amígdala (muy implicada en las emociones negativas) y el hipocampo (ligado a ciertas facetas de la memoria) son estructuras adyacentes entre las que existe una estrecha relación neuronal, un hecho que, en modo alguno, me parece accidental.

Cuando un determinado estímulo provoca en nosotros una emoción, ésta casi siempre desencadena la emergencia de recuerdos asociados. Estoy seguro de que, cuando Paul empezó a pensar en su madre, los circuitos que conectan la amígdala con el hipocampo se hallaban muy activos. Por ello, en la mayor parte de los casos, las emociones influyen o tiñen –no tenemos porque utilizar el término "distorsionar."– nuestra percepción.

–Durante toda esta semana he tenido una y otra vez –dijo Paul con un tono de satisfacción– la misma experiencia que tengo leyendo a Darwin, y es que, cada vez que pienso en algo, Darwin ya lo había pensado antes. Lo mismo me ha ocurrido aquí, ya que continuamente descubro que muchas de mis ideas se ven confirmadas y perfeccionadas. Debo decir que, para mí, ha sido un verdadero gozo participar en este encuentro.

"Creo que Alan –dijo Richie, retomando de nuevo la discusión ha planteado un reto muy importante a la investigación científica de la emoción. Yo no creo que la ciencia haya realmente asumido la idea de que las llamadas emociones negativas tengan elementos sanos que deban ser conservados. Tal vez, por ejemplo, pudiéramos hablar de un tipo de ira compasiva que, si bien posee alguna de las cualidades de ira, está despojada de todo componente ilusorio o distorsionado.

"Los científicos –continuó Richie, mientras el Dalai Lama asentía con la cabeza han empezado a deconstruir ciertos procesos cognitivos. Hoy en día ya no pensamos en términos de atención, memoria o aprendizaje como un único proceso. Existen multitud de formas y subtipos diferentes de cada uno de ellos. Y, aunque hasta el momento, no haya sido estudiado, estoy seguro de que lo mismo podríamos decir con respecto a emociones como la ira. El reto, desde mi punto de vista, consistiría en empezar a identificar el modo en que todos estos procesos funcionan realmente en el cerebro."

–Me parece que lo mismo ocurre –ilustró Matthieu con una analogía– cuando contemplamos una pared desde lejos. Vista a distancia parece muy lisa, pero cuando la miramos más de cerca, advertimos la presencia de muchas irregularidades. Del mismo modo, cuando observamos el apego más de cerca descubrimos en él muchos matices diferentes. Obviamente, el apego –al igual que el deseo y la obsesión– es uno de los factores mentales más destructivos y oscurecedores, pero dentro de él –como también dentro de la ira–, es posible advertir la existencia de la ternura y del altruismo.

También creo que, cuando afirmamos la necesidad de erradicar completamente la ira, deberíamos diferenciar claramente la ira como emoción emergente de la ira que acompaña a una determinada cadena de pensamientos. Esto me parece muy importante, porque puede ayudarnos a discriminar entre alguien muy diestro de alguien que no lo es. De lo único que deberíamos desembarazarnos es de la manifestación ordinaria de la ira que, en la mayor parte de los casos, se expresa como animadversión... excepto cuando tengamos que actuar de manera drástica para impedir que alguien se despeñe por un precipicio. Lo que habitualmente llamamos ira no es más que una expresión de animadversión hacia alguien.

Nosotros decimos que, en los primeros estadios de entrenamiento de un meditador, la ira emergerá como siempre, pero la diferencia reside en lo que ocurre después, porque podemos vernos esclavizados por la ira o abandonarla en un segundo o en un tercer momento sin mayores consecuencias. También es evidente que, en el estado de budeidad, la ira no tiene ya razón alguna para seguir existiendo. Pero ése es el tercer paso. Y también hemos señalado de pasada –cuando hablábamos de la "claridad"– que, en el momento de su emergencia, la ira no siempre es fundamental e intrínsecamente negativa. Del mismo modo, si no nos dejamos arrastrar por el deseo y nos adentramos en su naturaleza, podremos descubrir que se trata de un aspecto de la dicha y, en el caso de la confusión, descubrir su importancia para liberarnos de los conceptos. Así pues, las emociones no son intrínsecamente positivas o negativas, lo único que importa es si uno está esclavizado o no por ellas.

–Si no hubiera recuerdo de la ira –respondió Paul, no podríamos aprender nada de la experiencia de la ira, pero hay ocasiones en que existe una discrepancia entre lo que hemos aprendido y lo que aplicamos, y ello aumenta el lapso del período refractario. Pero también debemos aprender formas de actuar cuando estamos enfadados. Yo creo que la naturaleza no nos proporciona necesariamente el impulso de atacar a los demás, sino de afrontar los problemas. Pero, en el curso del proceso de crecimiento y de observar a los demás, nuestra experiencia puede ser justamente la contraria y llevarnos a creer que, cuando estamos enfadados, no debemos ocuparnos de los obstáculos, sino enfrentarnos a la persona que los ha causado –concluyó Paul, ilustrando su comentario cogiendo a Owen de los hombros y sacudiéndole.

Ésta es una faceta aprendida de la ira que ha acabado automatizándose y debemos desaprender. Y, para ello, podemos recurrir a procesos que nos tornen más conscientes y nos ayuden a desaprender respuestas, recuerdos y percepciones automáticas. Estas respuestas pueden ser buenas o malas, pero la visión darwiniana que he tratado de explicar aquí es que todas ellas no forman parte integral de la emoción, sino que han sido adquiridas a lo largo de experiencias desafortunadas. ¿Es todo el mundo así? Algunos de nosotros poseemos un temperamento más proclive a aprender cosas dañinas y, en consecuencia, debemos trabajar más duramente. Pero debo decirles que hoy soy mucho más optimista que la semana pasada y no creo que debamos considerar al temperamento como algo fijo e inmutable.

Nuestro tiempo ya se había acabado y emprendí una recapitulación final:

–Creo que este encuentro ha sido muy provechoso, al menos lo ha sido para el ala científica del diálogo y espero que también lo haya sido para Su Santidad.

Entonces, el Dalai Lama juntó sus manos en señal de reconocimiento.

–Habíamos organizado este encuentro a modo de un regalo para usted –continué– y ciertamente también ha sido muy enriquecedor para todos nosotros. Sé por propia experiencia que estos encuentros transforman, de algún modo, la vida de los participantes y que todos retomaremos nuestras actividades cotidianas desde una perspectiva levemente diferente agradecidos por haber tenido la ocasión de discutir todos estos temas con usted. Por ello quisiera expresarle mi más profundo agradecimiento.

–Yo también –respondió entonces el Dalai Lama quisiera darles las gracias a todos ustedes. La tarea en la que hemos estado ocupados me parece muy noble y muy sincera.

Luego añadió que, en los trece años de vida de los diálogos organizados por el Mind and Life Institute, había sido testigo del aprendizaje y del desarrollo que se deriva de una búsqueda sincera.

–Pero debemos ser muy conscientes –añadió a modo de advertencia de que, cuando las cosas van bien y alcanzamos el éxito, hay veces en que corremos el peligro de olvidarnos de nuestras motivaciones y nuestros objetivos. Creo, por tanto, que es muy importante que recordemos el ideal original que nos ha movilizado. De ese modo tendremos garantizado el éxito en el futuro.

Las presentaciones realizadas por los científicos y los demás participantes demuestran el rigor y la precisión de su trabajo, que es ciertamente sorprendente. Y también siento que, cuando cada uno de ustedes estaba exponiendo su presentación, no sólo nos transmitía información, sino también un auténtico sentimiento humano, algo que tengo en muy alta estima. En este sentido, debo decirles que el clima emocional que hemos compartido me ha parecido realmente especial. Esto es lo que me parece más importante. No sé si podremos seguir disfrutando de él, pero, en cualquiera e los casos, nadie puede negar que aquí sí lo hemos disfrutado. Muchas gracias por ello a todos ustedes.

Así acabamos de tejer el enriquecedor tapiz intelectual de un dialogo complejo y, en muchas ocasiones, muy estimulante. Su impacto en la vida y la obra de muchos de los participantes resultaría ser igualmente rico.

EPILOGO: El VIAJE CONTINÚA

El encuentro de Dharamsala fue mucho más que un viaje que acaba desvaneciéndose en el recuerdo y del que sólo perdura un álbum de fotos arrinconado en uno de los estantes de la memoria, sino que, muy al contrario, tuvo el sabor de un peregrinaje que, de un modo u otro, acabó transformando la vida de todos los participantes. No tengo la menor duda de que el encuentro con el Dalai Lama ha dejado en cada uno de nosotros una impronta muy distinta, pero tampoco la tengo de que su huella todavía puede advertirse en nuestra vida y en nuestra obra. Y es que, como que peregrinos, cada uno de nosotros volvió a su casa habiendo aprendido sus propias lecciones individuales.

Nuestro viaje de vuelta comenzó con lo que se suponía sería un paseo en coche de cuatro horas hasta el aeropuerto de Jammu, donde debíamos tomar el avión de regreso a Nueva Delhi. El camino era cuesta abajo, y esperábamos recorrerlo en mucho menos tiempo que en el viaje de ida, pero todos los coches, camiones y hasta rickshas parecían adelantar a nuestro destartalado autobús que se desplazaba como mejor podía por la estrecha y serpenteante carretera de montaña y tardó ocho o nueve interminables horas en llevarnos a nuestro destino.

Cuando finalmente llegamos al aeropuerto de Jammu, nuestro elevado discurso intelectual sobre las emociones destructivas tropezó de golpe contra la más sobria de las realidades, ya que la ciudad se hallaba bajo la ley marcial y había soldados por todas partes. Pocos días antes, los terroristas habían asesinado a más de treinta sijs en un barrio de las afueras de Srinagar, la cercana capital de la revuelta provincia de Kashmir. El soplo del terrorismo –la movilización de las emociones destructivas al servicio de la guerra psicológica– flotaba en el ambiente. Una vez en el aeropuerto nos sorprendió que los soldados indios registraran minuciosamente nuestras bolsas de mano y nos confiscaran las baterías y cualquier objeto puntiagudo (no teníamos ni la menor idea de que ése era un augurio que, en un futuro no muy lejano, acabaría convirtiéndose en una rutina para garantizar la seguridad de los viajes aéreos).

Nuestro grupo todavía se hallaba en una especie de burbuja protectora, y Paul Ekman resumió perfectamente nuestros sentimientos cuando dijo que esta experiencia le obligaría a revisar algunas de sus conclusiones científicas acerca de la sonrisa. En el pasado había escrito que las personas no pueden mantener una sonrisa del tipo Duchenne –es decir, una sonrisa que pone incluso en funcionamiento los músculos que rodean el ojo durante mucho tiempo. Pero lo cierto es que, durante toda esa semana, había advertido que él mismo mantuvo, durante largos períodos, ese tipo de sonrisa y que tenía muy clara la sensación de placer que la acompaña.

De hecho, aunque odia las reuniones y, en la medida de lo posible, las evita (o las abandona en cuanto puede), Paul se había sentido completamente absorto. Según nos dijo, los cinco días le habían parecido uno. Y es que la atención había cambiado su modo de experimentar el tiempo, uno de los varios signos distintivos del estado de flujo, un estado de absorción muy energetizador. Y lo cierto es que sus comentarios resumían perfectamente lo que todos habíamos sentido.

A decir verdad, cada uno de nosotros se sintió personalmente movilizado por el encuentro. Pero el impacto más tangible de esa semana quedó claramente de relieve en la diversidad de proyectos que emergieron durante las semanas y meses posteriores, cada uno de los cuales reflejaba la nueva forma de pensar y suponía una revisión de nuestros respectivos trabajos.

La filosofía reconsiderada

Uno de los primeros signos de este impacto se produjo a las dos semanas del encuentro, cuando Owen Flanagan pronunció la John Findley Lecture de la Boston University titulada "Destructive Emotions". Aunque, durante la semana del encuentro, había desempeñado el papel de escéptico, en su conferencia (y en un posterior artículo con el mismo título publicado en la revista Consciousness and Emotiori) Owen introdujo en el discurso filosófico occidental la visión del budismo tibetano en torno a las emociones destructivas que el Dalai Lama y otros habían presentado en Dharamsala.

En esa conferencia, por ejemplo, Owen expuso la creencia habitual occidental de que las emociones están determinadas biológicamente –y que, en consecuencia, no podemos hacer gran cosa para modificar las emociones destructivas y la contrastó con la afirmación del budismo tibetano de que es posible disminuir el efecto de las emociones destructivas. "Algunos budistas tibetanos –dijo, en este sentido, no sólo creen que es posible, sino que también es muy recomendable superar –y hasta erradicar emociones como la ira y la hostilidad a las que los filósofos occidentales consideran como naturales e inmutables."

Owen también cuestionó la idea de que las emociones destructivas cumplen necesariamente con una función vital y adaptativa para la evolución. Luego señaló que todas las tradiciones de sabiduría –desde la Biblia hasta Confucio, el Corán, los textos budistas y filósofos morales como Aristóteles, Mill y Kant– nos urgen a tratar de ejercer algún control sobre ellas. Owen se hizo también eco del comentario de Richard Davidson de que, a pesar del escepticismo que los seudocientíficos manifiestan hacia el tema de la plasticidad del cerebro, "cada vez existe más evidencia de que el cerebro humano es muy maleable" y de la posibilidad, por tanto, de ejercer el autocontrol emocional que tanto han alentado las tradiciones religiosas.

A modo de comentario final, Owen añadió que le gustaba el budismo tibetano porque nos transmite el mensaje de que "todos nosotros estamos comprometidos en el proyecto de descubrir el modo de "trascender el genotipo". Es cierto que somos animales, pero no lo es menos que también somos unos animales muy especiales capaces de adaptar y modificar el legado de la Madre Naturaleza".

Owen procedió a elaborar estos temas en el libro que había comenzado a escribir durante nuestra visita a Dharamsala, The Problem of the Soul, en el que aspira a reconciliar las verdades humanísticas con las verdades científicas, encontrando así un sentido a los descubrimientos realizados por la neurociencia cognitiva que pone claramente en cuestión la imagen que tenemos de nosotros mismos y nos devuelve el libre albedrío y la capacidad incluso de poseer algo semejante a un alma. En su opinión, el hecho de que el budismo se haya asentado en un enfoque fenomenológico "lo convierte en un abordaje casi único entre las grandes tradiciones éticas y metafísicas que nos proporciona una visión del ser humano que se adapta perfectamente a lo que dice la ciencia con respecto al modo en que debemos vernos a nosotros mismos y al lugar que ocupamos en el mundo".

– Owen Flanagan, "Destructive Emotions", Consciousness and Emotions, 1, 2 (2000): pp. 259–81.

– Owen Flanagan, The Problem of Soul: Two Visions of Mind and How to Reconcile Them (Nueva York: Bassic Books, 2002).

Un reto para la psicología

El ámbito en que se cruzan dos sistemas de pensamiento encierra un gran potencial de interfecundación. Eso fue, precisamente, lo que ocurrió en nuestro encuentro con las visiones occidentales y budista de la psicología, hasta el punto de que la fertilidad de este intercambio de paradigmas intelectuales inspiró otro artículo, esta vez no filosófico sino psicológico.

Para demostrar la utilidad de este tipo de diálogos a la hora de generar hipótesis de investigación en el campo de la psicología, Alan Wallace y Matthieu Ricard (desde la perspectiva budista) y Paul Ekman y Richard Davidson (desde la perspectiva de la psicología occidental) escribieron un artículo, titulado «Buddhist and Western Perspectives on Well–Being», que subraya los retos que presenta el modelo budista a las creencias básicas que la psicología sustenta en torno a la naturaleza del bienestar.

El budismo, por ejemplo, postula la posibilidad de sukha, «una sensación profunda de serenidad y plenitud que emerge de la mente excepcional–mente sana», un concepto que no tiene parangón en inglés, ni equivalente directo alguno en el ámbito de la psicología (aunque algunos psicólogos hayan comenzado recientemente a postular la necesidad de una "psicología positiva" que puede abarcar ambos conceptos). Pero el budismo no se para en mientes y también afirma la posibilidad de desarrollar esa capacidad y ofrece un conjunto de métodos para el logro del estado de sukha. Ese entrenamiento comienza con una modificación positiva en las emociones fuga–ces que conduce a una transformación más duradera del estado de ánimo y, finalmente, aboca a un cambio de temperamento.

Esta noción proporciona a la psicología moderna un modelo del funcionamiento óptimo que trasciende el suyo. El artículo en cuestión propone a los psicólogos la investigación con practicantes avanzados del budismo para evaluar los cambios en el funcionamiento del cerebro, en la actividad biológica, en las experiencias emocionales, en las habilidades cognitivas y en las interacciones sociales. Y, como señalamos en el capítulo 1, este pro–grama ya ha comenzado a ponerse en marcha.

El último libro escrito por Paul Ekman, Gripped by Emotion, refleja los cambios provocados por la integración entre las ideas budistas y la psicología occidental que se produjeron durante nuestro encuentro de Dharamsala. Según Paul, la conversación con el Dalai Lama le ayudó a cristalizar algunas ideas o confirmar sus corazonadas. Entre las ideas que había esbozado por su cuenta, que se vieron confirmadas por el pensamiento budista, por ejemplo, conviene señalar distintas estrategias para abordar las emociones destructivas, dependiendo de si el abordaje se produce antes, durante o después del episodio en cuestión. Cuando finalmente acabó el manuscrito, Paul había entrelazado muchas de estas ideas a lo largo de todo el libro.

Richard Davidson, Paul Ekman, Alan Wallace y Matthieu Ricard, "Buddhist and Western Perspectives on Well–Being", manuscrito en imprenta.

Paul Ekman, Gripped by Emotion (Nueva York: Times Books/Henry Holt, 2003).

La investigación de la mente

La relación entre el pensamiento budista y las ciencias de la mente ha asumido todavía otra forma, que expande el debate hasta llegar a incluir a un círculo de científicos todavía más amplio.

El día en que concluyó el encuentro de Dharamsala, el Dalai Lama aceptó nuestra invitación para visitar la Harvard University y participar en un encuentro organizado por el Mind and Life Institute en el que los investigadores de las ciencias bioconductuales explorarán con los estudiosos budistas el modo en que su distinta visión puede enriquecer el estudio científico de la mente. La pregunta esencial de ese encuentro será la siguiente: «¿Puede la ciencia moderna servirse de la bimilenaria investigación de la mente llevada cabo por el budismo?».

Este noveno encuentro Mind and Life —«Investigating the Mind»— ha sido organizado por Richard Davidson en colaboración con Anne Harrington, una de las directoras del Mind/Brain/Behavior Initiative de Harvard (que copatrocinará el evento) y que también había participado en el quinto encuentro Mind and Life, que giró en tomo al altruismo y la compasión. Para ello han organizado una reunión de dos días, con sesiones destinadas a los siguientes temas, la atención y el control cognitivo de la actividad mental, de la emoción y de la imaginería mental. Además, los días 13 y 14 de septiembre de 2003 han programado también el encuentro «Investigating the Mind», que será el primer evento del Mind and Life Institute parcialmente abierto al público, aunque las sesiones se dirigirán fundamentalmente a investigadores en los campos de la psicología, la ciencia cognitiva, la neurociencia y la medicina y, más en particular, a licenciados en busca de temas para su tesis doctoral.

Paradójicamente, los investigadores occidentales que, hasta el momento, se han dedicado al estudio de la atención, consideran que los mecanismos que intensifican la atención constituyen un foco muy importante de interés científico, pero han mostrado un escaso interés en los métodos orientales para el cultivo de la atención. Según el budismo, sin embargo, el entrenamiento de la atención constituye la clave para acceder al control de nuestra vida interna y el fundamento mismo de la práctica espiritual. Este encuentro sobre la atención apunta, pues, a recuperar, el tiempo perdido y explorar las implicaciones que tiene la noción budista de la atención para la moderna investigación.

Las emociones representan una oportunidad sin precedentes para la ciencia. La psicología occidental lleva mucho tiempo dando por sentado la imposibilidad de gestionar voluntariamente nuestras emociones, pero el entrenamiento budista dispone de muchas estrategias prácticas para aprender a controlarlas y encauzarlas mejor. Por ello, uno de los focos de la sesión sobre las emociones se centrar en la revisión de los supuestos en los que se asienta tal creencia. Otro de los temas gira en torno al poder de la compasión, una emoción casi completamente ignorada por la ciencia occidental.

La sesión dedicada a la imaginería, por último, presentará a los científicos los métodos del budismo para generar y controlar sistemáticamente las imágenes mentales, un sistema que no tiene parangón en la ciencia occidental y que podría aumentar nuestra capacidad para estudiar las imágenes que pueblan nuestro mundo interno.

Además del Dalai Lama, también nos hablarán de la tradición budista Alan Wallace, Thupten Jinpa, Matthieu Ricard, Georges Dreyfus (profesor de religión del Williams College que logró el grado del geshe cuando era monje budista tibetano) y Ajahn Amaro (un inglés que actualmente es abad de un monasterio budista tailandés en California).

Del lado de la ciencia, "Investigating the Mind" ha despertado el interés de más de una decena de eminentes investigadores. El principal presentador científico de la sesión de la atención será Jonathan Cohen, psiquiatra que dirige el Center for Study of Brain, Mind and Behavior de la Princeton University. La sesión de imaginería mental tendrá como presentador principal a Stephen Kosslyn, jefe del departamento de psicología de la Harvard University, y psicólogo del departamento de neurología del Massachusetts General Hospital. Y los expertos Richard Davidson y Paul Ekman se hallarán también entre los ponentes de la sesión dirigida a emoción. Finalmente, el encuentro concluir con una reflexión sobre el significado del diálogo realizada por Jerome Kagan, eminente psicólogo evolutivo de la Harvard University y con los comentarios filosóficos –habituales en los encuentros del Mind and Life de Evan Thompson, filósofa de la York University de Toronto. Thompson lleva mucho tiempo participando en el diálogo entre el budismo y la filosofía y la ciencia occidental, ha sido una estrecha colaboradora de Francisco Varela y es, junto a él, coautora de De cuerpo presente, que explora la contribución del pensamiento budista al estudio científico de la mente.

Algunos de los participantes ya han mostrado su interés en expandir su propia investigación, especialmente Stephen Kosslyri, cuya investigación se centra en la imaginería visual. Los encuentros anteriores de Kosslyn con Matthieu Ricard han llamado poderosamente su atención sobre el efecto de la meditación para intensificar la capacidad de visualización que ha comenzado a investigar con practicantes avanzados como el lama Oser.

– Mind and Life XI, "Investigating the Mind: Exchanges Between Buddhism and the Biobehavioral Sciences on How the Mind Works". Boston, Massachusetts, 13 y 14 de septiembre de 2003. Quienes estén interesados en saber más cosas acerca de este encuentro pueden visitar la siguiente web: www.InvestigatingTheMind.org.

Inspiración para los maestros

La educación también es uno de los campos que se ha beneficiado del estudio filosófico y científico de la mente de nuestro diálogo. Cuando abandonó Dharamsala, Mark Greenberg nos dijo que los comentarios del Dalai Lama le habían resultado muy sugerentes a la hora de pensar en nuevas formas de ayudar a los niños a gestionar sus emociones positivas y que había supuesto un auténtico cambio de rumbo. Según dijo, programas como PATHS habían contribuido muy positivamente a ayudar a los niños a gestionar mejor los aspectos negativos y reactivos de sus emociones (ayudándoles a calmarse, aumentar su autocontrol y gestionar más adecuadamente la ansiedad). Ahora, sin embargo, se daba perfecta cuenta de la extraordinaria importancia de ayudarles también a cultivar una "mente positiva" (que les permita desarrollar actitudes como el optimismo, la tolerancia y el respeto a los demás). A fin de cuentas, éste es el modo más directo de contribuir al objetivo de gestionar más adecuadamente las emociones destructivas.

En este sentido, Mark ha empezado a diseñar ejercicios para el desarrollo de emociones como la compasión en niños de más de seis años y también está investigando los efectos de lecciones sobre temas como el respeto, el perdón y la responsabilidad social en niños de doce y trece años. También ha incluido en sus programas y llevado a la práctica una de las sugerencias concretas de nuestro encuentro –que los niños más pequeños elogien a alguien que haya sido útil a los demás con resultados muy positivos puesto que, según los maestros, esta sencilla práctica ha movilizado muy positivamente el clima emocional del aula.

Otra fuente de inspiración para Mark se produjo durante la conversación en torno a la formación de los maestros y, más en particular, la idea de que los maestros podían pasar unos cinco minutos en pequeños grupos cada mañana antes de entrar en clase para cobrar más conciencia de su motivación durante ese día. Tal vez pudieran también reconsiderar lo que les atrajo del mundo de la enseñanza, cuáles son sus expectativas actuales, lo que quieren enseñar ese día a los niños, la necesidad de los niños de ser queridos y respetados, el modo en que podrían ayudarles a controlarse cuando se portan mal y las mil posibles formas de ayudarles a convertirse en personas más empáticas y respetuosas. Mark también quiere estudiar el efecto en los maestros –y en sus alumnos del simple hecho de comenzar el día centrados y positivos.

Otra fuente de inspiración para Mark provino del informe de Davidson en torno a los cambios neurológicos provocados por la meditación, algo que le hizo preguntarse por los posibles efectos neurológicos de su programa de aprendizaje emocional y social en el cerebro infantil y decidió buscar neurocientíficos para determinar los efectos de sus programas. En la actualidad, ese proyecto de investigación ya ha sido diseñado y está a la espera de una subvención del gobierno federal para llevarlo a cabo.

Pero el momento personalmente más significativo para Mark se produjo durante la pausa para el té que siguió a su presentación de los programas de aprendizaje emocional, cuando el Dalai Lama le invitó a volver a Dharamsala para compartir su experiencia con maestros tibetanos. más en concreto, el Dalai Lama pidió a Mark que compartiera sus ideas en alguno de los encuentros anuales de formación pedagógica que reúne a maestros del Tibetan Children's Village de Dharamsala y de otras escuelas de los asentamientos de refugiados tibetanos que se hallan desperdigados por toda la India. A pesar de las dificultades iniciales para fijar la fecha, hoy en día Mark tiene programado ese viaje de regreso a Dharamsala.

– Quienes estén interesados en conocer PATHS pueden visitar: www.colorado.edu/cspv/blueprints/model/ten_paths.htm

El proyecto Madison

Los cinco días que Richard Davidson pasó en Dharamsala tuvieron un impacto muy poderoso en su agenda de investigación. En los años anteriores, había desarrollado un gran interés en la neuroplasticidad (es decir, en la capacidad de las personas para modificar sus emociones, su conducta y hasta el funcionamiento de su cerebro), pero el encuentro fortaleció su determinación de continuar con esa agenda científica y expandirla hasta determinar los posibles beneficios de la meditación para el cultivo de las emociones positivas. En el pasado, su trabajo se había focalizado en el modo de disminuirá las emociones negativas, pero ahora estaba muy interesado en expandir su investigación al cultivo de emociones positivas como la alegría o la compasión.

Richie se había sorprendido de que cualidades tan importantes como la bondad y la compasión fueran tan ajenas al vocabulario psicológico occidental de la emoción. Ahora sentía que deberían volver a ocupar el papel central que les corresponde, no sólo por su relevancia para la ciencia psicológica, sino también por su importancia para el individuo y para la sociedad. Actualmente disponemos de una nueva generación de instrumentos científicos –especialmente las técnicas de imagen cerebral que permiten evaluar el impacto permanente de los métodos multiseculares para el cultivo de las emociones positivas y situar así de nuevo al estudio científico de las emociones en el campo de la psicología.

Para ello, Richie invitó a su laboratorio de Madison a practicantes avanzados de meditación como el lama Oser, que había permanecido varios años en retiro intensivo, para colaborar con él en los estudios de imagen cerebral. Como ya hemos señalado en el capítulo 1, el Dalai Lama le había prometido en Dharamsala visitar su laboratorio en Madison la primavera siguiente, una promesa que le proporcionó el impulso necesario y una fecha tope para iniciar esta investigación que, por cierto, ya está empezando a dar resultados muy prometedores. En la actualidad, espera que el programa perdure el tiempo necesario para poder localizar e investigar con unos pocos practicantes avanzados que, dada la precisión del RMN, no tendrían por qué superar los seis sujetos y publicar luego los resultados obtenidos en una revista científica de primera línea.

Bien podríamos decir que este interés profesional de Davidson completa un círculo de su carrera y lo devuelve a su punto de partida. Durante sus años como universitario en Harvard, Richie estuvo muy interesado en la meditación, y su tesis doctoral giró en torno a la atención y la meditación. Posteriormente, sin embargo, la poca fiabilidad de los datos personales basados fundamentalmente en autoinformes y la escasez (según los estándares actuales) de datos fisiológicos le obligaron a postergar esa investigación, porque él sabía que la práctica no apuntaba tanto a provocar cambios puntuales como a transformar la vida cotidiana. Hoy en día, sin embargo, las nuevas técnicas de imagen cerebral le permiten disponer de las herramientas científicas necesarias para investigar la presencia de cambios mucho más duraderos.

– Quienes estén interesados en este particular pueden visitar las siguientes páginas web: http://www.keckbainimaging.org y http://www.psyphz.psych.wisc.edu

El cultivo del equilibrio emocional

De todos los participantes, tal vez a Paul Ekman fue al que más impactó nuestro encuentro. Durante el largo, ajetreado y polvoriento viaje de regreso en autobús que nos condujo de Dharamsala hasta el aeropuerto de Jammu, Paul estuvo reflexionando en lo que esa semana supondría para su vida cotidiana como investigador científico. Antes de venir había escuchado, con su habitual escepticismo, multitud de historias sobre los cambios que esos encuentros provocaban en los asistentes. Ahora le había tocado el turno a él.

Lo más sorprendente de todo era que había vuelto a establecer contacto con lo que originalmente le había atraído al campo de la psicología. Como él mismo dijo: "Llevo más de cuarenta años en el campo de la psicología de la emoción, y mi motivación original fue la de contribuir a reducir el sufrimiento y la crueldad del ser humano. Ahora parece que he recuperado mis raíces y mis motivaciones y puedo poner todo lo que he aprendido en ese tiempo al servicio de mis objetivos originales. Esta semana –agregó– me ha proporcionado una visión nueva de lo que puedo hacer durante esta etapa de mi vida".

Aunque había estado postergando sus obligaciones anteriores, por primera vez en casi una década tenía la impresión de estar asumiendo una nueva época jalonada por el programa de entrenamiento para adultos que esbozamos en el encuentro y al que ahora nos referimos con el nombre de "El cultivo del equilibrio emocional".

En Madison, Paul resumió al Dalai Lama todos los descubrimientos que se habían realizado al respecto hasta la fecha. "En Dharamsala me enteré de que usted estaba interesado en cualquier investigación que pudiera demostrar los beneficios de una versión secular de la meditación. Varios de nosotros nos hemos hecho eco de esa demanda y hemos desarrollado un enfoque que combina la práctica meditativa con las técnicas psicológicas occidentales. El diseño de nuestra investigación incluye un grupo de control y usar medidas tanto psicológicas como biológicas, poco después y un año después del experimento, para tratar de determinar su utilidad."

Paul se quedó aturdido y conmovido cuando, después de escuchar el proyecto del programa –y la necesidad de recabar fondos– el Dalai Lama le prometió cincuenta mil dólares de los derechos de autor de su último libro, un signo más que patente de su interés.

"El cultivo del equilibrio emocional" se basa en el programa de entrenamiento secularizado de la atención plena que Richie presentó, como señalamos en el capítulo 14, el último día de nuestro encuentro y que recogía la investigación que realizó en colaboración con Jon Kabat–Zinn. Pero además de aprender este tipo de meditación, los participantes también podrán beneficiarse de otros métodos aportados por la psicología occidental, como la resolución positiva de conflictos (derivada de la investigación realizada al respecto sobre la relación de pareja), o de otra serie de instrucciones derivadas de la investigación realizada por Paul en torno al reconocimiento de las expresiones faciales sutiles de la emoción. El programa abarcará las distintas dimensiones de la inteligencia emocional, como la conciencia de uno mismo y la capacidad de gestionar adecuadamente nuestras emociones y las emociones de los demás.

En la elaboración del programa "El cultivo del equilibrio emocional" han participado muchos de los integrantes del encuentro de Dharamsala. Alan Wallace y Matthieu Ricard (así como también Jon Kabat–Zinn, que colaboró con Richard Davidson en la evaluación científica de la meditación de la atención plena) han participado muy activamente en el diseño del programa de cultivo de la atención. Mark Greenberg, que fue uno de quienes abrazó con más entusiasmo la idea de un programa de educación emocional para adultos, ha desempeñado el papel de coordinador científico y ha contribuido a diseñar la evaluación de su eficacia. Jeanne Tsai, por último, contribuir con su experiencia en el estudio de la emoción diseñando y elaborando las medidas de la conciencia interpersonal que se utilizarán en la evaluación de su eficacia. En el momento de escribir este libro, la fase piloto ya ha sido diseñada.

– Quienes estén interesados en conocer los avances realizados en este sentido pueden consultar la web: www.MindandLife.org.

"El proyecto personas excepcionales"

Otro proyecto relacionado hunde sus raíces en un sorprendente y poderoso intercambio privado que se produjo entre Paul Ekman y el Dalai Lama durante una de las pausas para tomar el té del miércoles, cuando su hija Eve le formuló al Dalai Lama una pregunta personal sobre las relaciones y donde Su Santidad sostuvo y frotó afectuosamente sus manos. Según me dijo posteriormente, este pequeño encuentro fue "lo que algunos llamarían una experiencia mística transformadora. Yo me sentí inexplicablemente inundado de un maravilloso calor físico que cubrió mi cuerpo y mi rostro durante cinco y diez minutos y me dejó con una sensación muy palpable de bondad que nunca antes había experimentado y que perduró durante todo el resto del encuentro".

Para Paul, ése fue un momento único, un sentimiento de sentirse abrazado por la generosidad, el respeto y la compasión. Y ese momento llegó después de que el Dalai Lama le dijera lo buen padre que era. De algún modo, esa combinación conmovió las mismas raíces de su motivación vital.

Aproximadamente un año más tarde, Paul relacionó esa experiencia –y los cambios que había experimentado desde entonces con un incidente en especial traumático de su vida. "Mi padre era un hombre francamente violento. Cuando, a los dieciocho años, le dije que había decidido no estudiar medicina (como él, que era pediatra), sino psicología, me dijo que no contara con él. Luego le pregunté si quería que sintiera por él lo mismo que él había sentido por su padre, que también, por cierto, se había negado a apoyarle en sus estudios. Entonces me golpeó y me tiró al suelo; cuando me levanté, le dije que ésa había sido la última ocasión, porque ya era mayor y, la próxima vez que me agrediese, le devolvería el golpe. Después de ese episodio me marché de casa y no volví a verle hasta diez años después.

"Desde ese episodio, que sucedió hace unos cincuenta años –añadió Paul habré tenido un ataque de ira por semana de los que casi siempre he terminado arrepintiéndome. Pero, desde ese día de Dharamsala en que tuve el encuentro privado con Su Santidad las cosas han cambiado mucho. En los cuatro meses siguientes no tuve ningún enfado y, en todo el año pasado, no experimenté ningún ataque de ira. Toda mi vida he estado luchado con la ira, pero ahora –un año después de Dharamsala sólo me enfado muy de vez en cuando. Creo que el contacto físico con ese tipo de bondad puede tener un efecto realmente transformador."

Es muy probable que la psicología sea la ciencia en la que más importancia tenga la experiencia vital del científico. En este sentido, Paul me ha dicho que quiere investigar la cualidad transformadora de la interacción humana con personas extraordinarias como el Dalai Lama. Esa decisión fue la que le llevó a esbozar "El proyecto personas extraordinarias" que presentó en Madison y del que el lama Oser (como hemos descrito en el capítulo 1) ha sido su primer sujeto experimental.

Pero los sujetos de esta investigación son muy pocos y están siendo investigados de modos diferentes en distintos laboratorios. En Madison, Richard Davidson utiliza los métodos de imagen cerebral para estudiar los efectos neurológicos duraderos de la práctica de la meditación, mientras que Paul, en la University of California, emplea métodos para la determinación de la capacidad para leer las emociones en la expresión facial a fin de calibrar el impacto sobre la empatía y otras habilidades emocionales.

– Quienes estén interesados en los avances realizados en este sentido pueden visitar la web: www.paulekman.com

Un intercambio en dos sentidos

La experiencia del venerable Ajahn Maha Somchai Kusalacitto (por nombrarle por su título completo) añade un matiz interesante a estos proyectos de investigación, un recordatorio de que el diálogo entre el budismo y las ciencias de la mente es una vía de doble sentido. En una entrevista con un visitante americano, varios meses después del encuentro de Dharamsala, Kusalacitto señaló la importancia de la investigación y evaluación científica de los efectos de los logros espirituales de los meditadores avanzados.

Una de las razones que le llevaron a interesarse por este tipo de investigación estaba ligada a los crecientes problemas que advirtió en Tailandia y, más en particular, al coste social de las emociones destructivas que se manifiesta, por ejemplo, en el aumento de la tasa de abusos a menores. Según dijo, la investigación científica pone de relieve los beneficios de la práctica budista, que deberían tener una mayor influencia en los países de Oriente, donde advierte la presencia de una falta de comprensión real del valor de las enseñanzas y prácticas budistas. "En este sentido, Occidente –dijo puede ayudarnos a promover el interés y la aceptación de los valores budistas. Y es que los tailandeses tendemos a desdeñar lo nuestro y a entusiasmarnos con cualquier cosa que venga de Occidente."

Cae el telón

Poco antes del encuentro de Madison recibimos malas noticias del estado físico de Francisco Varela, ya que nos enteramos de que, a pesar de la quimioterapia, su hígado trasplantado acababa de sufrir una virulenta recurrencia. La medicina ya no podía hacer nada por él, y los médicos habían arrojado la toalla. Francisco estaba en casa con su familia y no vendría a Madison, por lo que Adam Engle –con quien había fundado el Mind and Life Institute– dispuso todo lo necesario para que pudiese participar por videoconferencia a través de Internet. Fue así como Francisco acabó convirtiéndose en una presencia virtual observando el encuentro de Madison desde la pantalla de su ordenador de su dormitorio de París.

Al concluir la reunión todos le expresamos nuestros más sinceros deseos de recuperación en una tarjeta que Anton Lutz –el colega que le sustituyó en Madison– le entregó al día siguiente en su casa de París.

Francisco murió en su casa pocos días más tarde. El encuentro virtual de Madison con el Dalai Lama supuso el último telón que cayó sobre su vida de científico.

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