29 de enero de 2010

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (III) Parte 4

11. El fin básico de las cosas creadas.

Inmutabilidad de las Leyes Cósmicas.

19 de Noviembre de 1978

El hombre gasta su tiempo y sus energías trabajando para procurarse el alimento y las ropas que le cubren. También gracias a su trabajo tiene acceso a la cultura. Pero el hombre utiliza muchos de los recursos que adquiere, en ropas que no están pensadas para su fin lógico, no están pensadas como algo que le cubra de la inclemencia del tiempo. La ropa ha adquirido otra función, quizás más importante que la de protegerle de las inclemencias del tiempo. El hombre necesita que su ropa tenga una forma y unos colores que estén de acuerdo con los cánones que marcan sus semejantes. Estos cánones son constantemente cambiados, no son inalterables. Cambian en cuanto se cambia de ciudad, de país y de continente.

Sin embargo, lo que hay bajo la ropa, lo que está incluso bajo la piel, lo que está en la parte más profunda, no se preocupa de protegerla. Le da una capa superficial y no vuelve a ocuparse de ella; sólo se ocupa de vez en cuando, sobre todo cuando tiene miedo o quiere algo que no puede conseguir con dinero.

El traje con el que cubrimos a ese otro cuerpo nuestro es siempre igual. Ese traje son las leyes cósmicas. Son inmutables. Debemos cubrir nuestra parte más profunda, nuestro cuerpo más interior, dándole una ropa que esté de acuerdo con el resto de los demás cuerpos interiores. Y esta ropa es inmutable, es igual para todos los cuerpos, para todos los Yo Profundos. No está sujeta a cánones arbitrarios, sino que está sujeta a unas normas perfecta y concienzudamente estudiadas, que sirven, que han servido y que servirán.

Si observamos detenidamente las cosas por su función, veremos la cantidad de tiempo y energías que el hombre pierde tratando de cambiar la función básica de las cosas. El agua, en su composición molecular, tiene dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Podremos adulterarla, gasificarla, descomponerla por medio de la electricidad, quedando separados los dos átomos de hidrógeno, por una parte, y el de oxígeno por otra, pero el agua tiene una utilidad que no ha sido cambiada, es inmutable: da humedad y vida a los tejidos de todos los seres vivos, fertiliza las tierras y conforma los climas.

El hombre tiene una finalidad: llegar hasta Dios. Podrá deambular hacia adelante, hacia atrás, hacia un lado o hacia otro, pero su final está en Dios.

No intentéis cambiar las cosas que son básicamente inmutables, porque entonces estaréis dando palos de ciego, os estaréis perjudicando a vosotros mismos. No compliquéis vuestra existencia con cosas banales; eso os hará perder mucho tiempo y el tiempo no os sobra.

La vida en la Tierra de la actual generación tiene su final muy próximo. Perder el tiempo en cosas banales solamente es lógico cuando la psique está alterada o está cansada. Analicemos cuál es el tiempo que hemos perdido cuando nuestra psique está descansada y cuando está cansada. Siempre hay algo importante que realizar y no debemos dejar pasar lo que quizás no vuelva.

12. La armonía del Cosmos y la música del Universo.

Componer interpretar y dirigir.

8 de Diciembre de 1978

Lo más importante es la armonía que existe en el Cosmos. El hombre de la Tierra, que no disfruta de esta armonía, debe buscarla en cuanto le rodea.

La música es la demostración directa e inmediata de ella. Los mundos del Universo, cuando están en armonía, producen música, sonidos armoniosos y agradables.

Si buscas la armonía dentro de ti vivirás alegremente, oirás la música dentro de ti. Compón tu propia sinfonía y mide bien los tiempos, las síncopas. Intercala bien cada uno de los compases y de los movimientos. No pongas notas discordantes en tu sinfonía. La experiencia hace que se eliminen esas notas discordantes.

Cuando tengas que presentar tu partitura procura que tu sinfonía sea escuchada con agrado, que no sea un montón de ruidos sin sentido, que tenga armonía en lo grave y en lo agudo, en los bajos y en los altos, en la fusa y en la semifusa, en las corcheas, en todo aquello que la compone. Pon el máximo cuidado cuando escribas una nota, porque esa nota puede hacer inútil e inescuchable toda una obra de años.

Los grandes maestros salían fuera a recoger del espacio esa armonía, las ideas para componer sus obras. La llamada musa no es otra cosa que la conexión con el exterior, por eso algunos no necesitaban oídos para oír físicamente, ya que salían y captaban la musa a través de la energía que todo lo impregna.

Sólo cuando hayas sabido componer e interpretar podrás dirigir. No es fácil dirigir, depende mucho del movimiento de tu mano. Este movimiento rítmico-acompasado es diferente para cada partitura que se ejecuta. Un maestro debe saber ejecutar todas las partituras. Ahora confórmate con ser compositor, mañana intérprete, después maestro.

Las hojas de los árboles, los insectos, los animales, también componen su sinfonía, también hacen su música. El hombre tiene facultades para hacer la mejor de las sinfonías, pero para eso tiene que abrir los canales que darán entrada a la musa.

Todos debemos hacer nuestra partitura.

13. La amistad.

Todo es vibración.

22 de Febrero de 1979

Si observamos un rebaño de ovejas, veremos que al menor ruido huyen y se agrupan, por miedo y por instinto de protección. El hombre que se acerca a los demás para protegerse, no lleva nada en sus manos, sólo miedo. Cuando te acerques a los demás, no lo hagas por miedo, hazlo para colaborar. Nadie te va a decir con palabras que quiere ser tu amigo.

La amistad significa sentirse responsable de tu hermano, sentirse responsable, no ser responsable. Intentar que no caiga, aun a riesgo de caer tú. Dale la mano cuando sepas que él la necesita. No le recuerdes favores pasados, porque en un momento determinado tu hermano puede salvarte la vida, y no hay absolutamente ningún favor que se pueda comparar a ése.

Si plantas un grano de trigo, recogerás cien. Si tienes un buen amigo, lograrás que todo lo que hagas esté apoyado por dos mentes; dos mentes dirigidas hacia una misma idea.

Para que exista el mar, deben existir millones de millones de millones de gotas de agua. Cada una de esas gotas es intrínsecamente igual a todo el mar. Además, ten en cuenta que una gota puede ser un mar para un microorganismo.

Jesucristo tuvo doce apóstoles y muchos discípulos, pero muchos se han llamado sus amigos. Amaron, dicen, a Jesús, y sólo invocaron su nombre como referencia para conseguir sus fines. Lo anotaron en su haber: "Yo conocí a Jesús", dicen, como si eso les diese carta blanca. "Yo hablo en nombre de Jesús", dicen, y han tergiversado sus palabras para conseguir sus fines.

Si tienes un amigo, lo tienes dentro de ti, porque la amistad se lleva dentro, no en la mano como una bandera. No se cita como referencia. En todo caso, las palabras que diga tu amigo, si le consideras realmente así, las dirás exactamente igual que él las ha dicho y dirás que, antes que tú, las dijo él.

No se debe invocar el nombre de aquel a quien realmente no se está dispuesto a secundar. Hay personas que se precian de tener muchos amigos. Lo importante es que cada uno ellos se precien de tenerle a él como amigo.

Todos se utilizan unos a otros. La verdadera amistad se lleva dentro, no se hace uso de ella; ella hace uso de nosotros.

14. La manifestación del espíritu.

La búsqueda de la armonía y la resonancia.

20 de Mayo de 1979

La forma de manifestarse del espíritu está en relación directa con el medio que le rodea.

El espíritu del hombre de la Tierra necesita un cuerpo físico y tangible para poder desarrollarse y evolucionar. El hombre, compuesto esencialmente de materia y espíritu, apenas vislumbra lo que éste es, y en cuanto a su cuerpo, no conoce apenas su funcionamiento.

Sabe que los pulmones le permiten respirar y distribuir el oxígeno por el cuerpo a través de la sangre. Sabe que el estómago le permite digerir los alimentos, que el hígado es un laboratorio donde se crean y se distribuyen aquellos compuestos químicos que el cuerpo necesita para vivir; pero el hombre pocas veces se ha parado a pensar en la función que desempeñan, por ejemplo, cada uno de los dedos de su mano.

Todo aquello que para el hombre es natural, apenas merece un ligero estudio. De esa forma, andando por el campo, el hombre puede llegar a sentirse solo, abandonado. Si ahondase más en sí mismo, si analizase todo su cuerpo, toda su estructura, todos los elementos que lo componen, se daría cuenta que no está solo, que alguien ha tenido que crear ese cuerpo, que si andando por el campo ve que su cuerpo proyecta una sombra, es porque hay una luz y esa luz no la ha creado él; puede ser la luz del Sol o la de la Luna.

Sentirse solo es señal de que no hemos encontrado a nuestro amigo, de que nos hemos quedado en la parte superficial. Cada célula de nuestro cuerpo está vibrando. Cada célula de nuestra alma está vibrando. Cada partícula energética de nuestro espíritu está vibrando. El hombre se siente solo cuando esta vibración no encuentra resonancia, cuando la vibración de todos los elementos que componen el ser humano, desde el espíritu hasta la materia, no forma una armonía perfecta. Son diferentes escalas de vibración, pero forman una armonía perfecta.

Constantemente estamos proyectando esta armonía para encontrar la resonancia. Muchas veces creemos encontrar esa resonancia, pero luego nos damos cuenta que esta armonía se convierte en desarmónica. El hombre está dotado de las facultades necesarias para no hallarse solo. Busca intermitentemente la forma de dar consistencia a su armonía, de crear una imagen con ella, de crear una nota diferenciadora que lo distinga de los demás.

El diapasón marca el "la". Cada hombre busca su nota y busca también que esa nota sea armónica con los demás hombres. En la búsqueda de la armonía entre los hombres, esta nota pierde tonalidad cuando no encuentra la resonancia adecuada, pero cuando la encuentra se convierte en una nota hermosa que, al sonar, queda en el aire impregnándolo todo.

Tenemos que buscar nuestra nota haciendo vibrar las cuerdas de nuestro ser: las más graves de la materia, las más finas y sutiles del espíritu, como el arpa. No hagamos ruidos con nuestro ser integral, hagamos música, porque en el universo reina la música.

No pensemos que estamos solos. Sólo está solo aquél que huye de sí mismo. El que se busca a sí mismo nunca está solo. Busquemos el arco que haga vibrar nuestras cuerdas. Ese arco está en las experiencias de cada día. Tomémoslas, analicémoslas con lógica, con inteligencia, porque el Padre nos ha dado el intelecto para usarlo, no para dejarlo inutilizado.

15. Las respuestas de la naturaleza.

El agua reflejo del espíritu.

29 de Mayo de 1979

La naturaleza da al hombre la contestación oportuna a cada una de sus preguntas. En la naturaleza está la contestación a todas las interrogantes. Tomando el agua, por ejemplo, tenemos que un agua limpia y pura es un agua potable que, al ser bebida, limpia los tejidos y purifica la sangre. Sin embargo, un agua sucia y contaminada no limpia sino que, por el contrario, ensucia aún más el organismo y puede hacerle perder la vida.

El agua limpia y el agua sucia es la intención con la que se habla. Si la intención es positiva, la palabra será limpia y clara, podrá ser recibida por los oídos de los hombres, limpiará su espíritu y purificará sus ideas. Si la palabra es sucia y contaminada, emponzoñará aún más un espíritu propenso a la involución. La palabra debe ser clara para eliminar posos y prejuicios adquiridos.

En cuanto al ciclo del agua, tenemos que, antes de ser nube, ha sido vapor, intangible pero real. Luego va condensándose poco a poco. Forma una nube que es también intangible, pero pueden verla aquellos que miran al cielo. Después la nube se condensa aún más y entonces el vapor de agua se convierte en líquido que, al caer, riega los campos, hace florecer la vegetación y calma la sed de animales y hombres.

Si el agua que cae de la nube no recibe los rayos beneficiosos del Sol, se concentra aún más y forma la nieve y el hielo. Luego vuelve a licuarse, cuando recibe los rayos del Sol, y si éstos son suficientemente cálidos, vuelve a evaporarse y a ascender nuevamente.

Aquel que quiera saber cómo es el espíritu, tiene en el agua la contestación. El espíritu es algo etéreo, intangible pero real. Cuando empieza su andadura va cubriéndose poco a poco de una capa que lo hace más visible para aquel que mira dentro de sí. En su andadura por las diferentes etapas de su evolución se convierte en algo aún más sólido. Sigue teniendo las mismas propiedades, pero es visible y tangible; es el agua. Entonces el espíritu se ha cubierto de materia; es una manifestación más del espíritu.

Cuando el espíritu desciende hasta las zonas más bajas, se cubre de una coraza más sólida y está, en estas etapas, más tiempo si no recibe los rayos beneficiosos de la energía y de la armonía. Ahí, si no recibe esta energía, si no se abre a ella, permanecerá más tiempo en estado materializado.

Cuando, por fin, el espíritu encuentra la armonía, llega la luz. Poco a poco va fundiéndose el hielo, va perdiendo solidez el agua y si el espíritu se abre más a la luz, el agua se evaporará, y en ese estado de vapor invisible, es cuando se considera que el espíritu ha ascendido hasta la cúspide del triángulo.

La palabra que viene del Padre es como el agua, cae en todas partes. En unos sitios se evapora inmediatamente y no llega a fertilizar el terreno. En otros sitios la embalsan y luego riegan poco a poco todas las tierras de alrededor. En otros sitios la desaprovechan, la dejan discurrir, hasta que se funde con el mar.

Es responsabilidad nuestra recoger este agua, almacenarla y distribuirla para hacer fértiles los terrenos que nos rodean. Toda palabra que viene de un generador positivo debe ser escuchada, asimilada, estructurada y repartida. Debemos ser el embalse que recoge el agua para regar lo que nos rodea. No debemos dejarla correr para uso exclusivo nuestro, para calmar únicamente nuestra sed de vez en cuando. Debemos dar de beber al sediento. Para ello, debemos guardarla, para poder calmar la sed del que nos pide agua.

Tenemos el ejemplo del agua, pero analizada la naturaleza, veremos que en cada cosa que compone la creación tenemos respuestas para todas nuestras preguntas, para todos los problemas que se nos puedan plantear cada día; para todas las interrogantes que la física, la química, la medicina y la propia estructura mental del hombre nos puedan plantear.

Miremos a nuestro alrededor y veremos que nada está puesto por casualidad cuando está puesto por la Naturaleza.

16. La paz, un objetivo para el hombre.

La oscuridad del pasado y la luz del futuro.

28 de Junio de 1979

La paz es el medio ideal para que se desarrolle la armonía. El hombre pone todo su empeño en la búsqueda de la paz. Hace de la paz un fin, pero ha tergiversado los términos. El hombre busca la paz, pero ha cambiado su nombre por el de tranquilidad. Utiliza frases tópicas que definen claramente su verdadero deseo. Dice: "quiero que me dejen en paz", y con ello claramente expone que no le interesa el mundo que le rodea. Quiere estar tranquilo, sin preocuparse por lo que le rodea. Cuando un hombre muere se dice que ha encontrado la paz, es decir, que ya los problemas del mundo le han dejado de importar.

La paz es el ámbito donde se desarrolla la armonía. No se puede hablar de la armonía en un mundo caótico. El mundo Tierra es un mundo caótico. No hay paz, no hay armonía. Para encontrar esa paz debe eliminarse el desorden y el caos que imperan en estos momentos.

No sirve de nada aislarse para hallar la paz interior. La paz hay que buscarla en todo lo que nos rodea; hay que ayudar a crearla.

En un callejón oscuro, en un túnel oscuro, buscamos desesperadamente las paredes para apoyarnos, para saber dónde nos encontramos. Abrimos los ojos desmesuradamente para hallar una luz que nos guíe. Cualquier ruido nos sobresalta. Sin embargo, cualquier luz nos ayuda a encontrar el camino. Por muy pequeña que sea esa luz, para nosotros, que estamos metidos en un callejón oscuro, es un faro potente que nos guía a la salida.

El roce de una mano en la oscuridad nos sobresalta. No está el hombre de la Tierra preparado para recibir ayuda; cree que se basta y se sobra a sí mismo para resolver sus problemas. La realidad es que el hombre, cada día, va adentrándose más y más en un callejón oscuro y sin salida.

El tiempo que se avecina es un tiempo de luz. Ya no habrá callejones oscuros; todas las calles estarán iluminadas; podremos vernos los unos a los otros, mirarnos a la cara, vernos tal como somos y el roce de una mano será una señal de amistad. Cada paso que demos será un paso seguro, porque veremos el terreno donde vamos a darlo. Ahora, el hombre de la Tierra piensa dos veces antes de dar un paso. Piensa que aunque el terreno parezca seguro, puede ser un terreno resbaladizo.

Cada día que pasa es un día menos en el saldo de los que quedan por llegar, de la marcha atrás, de la cuenta atrás.

Busca desesperadamente el hombre la luz en su callejón oscuro, pero no todos los hombres. Algunos buscan en sus bolsillos la cerilla. Otros gritan desesperadamente para que alguien les ilumine el camino. Hay unos terceros que, mirando fijamente las palmas de sus manos van, poco a poco, acostumbrándose a una oscuridad que, paulatinamente, va desapareciendo a medida que se hace más patente la luz que emite su propio espíritu.

Si miramos a un cielo estrellado de noche, nos parece hermoso. Pero lo que nos parece hermoso son las luces que se destacan en el negro cielo, no lo negro del cielo. Buscamos la estrella más brillante y nos parece hermosa. Son pocos, sin embargo, los que miran al cielo.

Andando paso a paso con la luz que emana de nuestro propio espíritu, andaremos por ese callejón, en la seguridad de que hallaremos la salida. Sólo los que no quieren mirar no se atreverán a dar los pasos necesarios. Debemos usar toda nuestra fuerza interior para recorrer los pasos que nos quedan hasta llegar a nuestro destino, porque al final estará la luz, la luz que nos permitirá vernos los unos a los otros y saber que estamos juntos, unidos y que, después, nos serán mucho más fáciles todas las relaciones que mantengamos con todos los seres que nos rodean, porque la luz nos hará visibles.

Ese es el mensaje que debe llegar de dentro de cada uno de nosotros; el mensaje de luz, de amor y de fuerza. El mensaje que, día a día, irá calando dentro de la oscuridad que el hombre ha ido poniendo en su entorno para defenderse del ambiente que le rodea. El mensaje de luz destruirá las tinieblas, entrará por cada uno de los poros de nuestro cuerpo y de nuestra mente; el mensaje de luz destruirá todas las barreras, todos los dogmas, todas las premisas que han sido impuestas para poder andar en este mundo oscuro, en el que el hombre de la Tierra está viviendo.

El que quiera escuchar este mensaje, sólo tiene que despojarse de las negras vestiduras que le cubren. El que quiera seguir este mensaje deberá romper las cadenas que lo atan a la Tierra, porque sólo liberándose de las negras vestiduras y de las cadenas, podrá ser realmente libre.

17. Todo en la naturaleza es plural.

La palabra como reflejo del pensamiento.

La práctica, materialización de los deseos y los pensamientos.

7 de Julio de 1979

Todo en la naturaleza es plural. No hay nada que sea individual, no hay un ser único en una especie; si fuese único sucumbiría.

Todo está creado para encontrar su correspondencia. Cualquier cosa que analicemos en la naturaleza, nos mostrará que su creación ha estado basada en un destino cierto: el dar lo que produce, lo que es capaz de crear. Las flores producen aroma, generan nuevas plantas y además embellecen el paisaje.

Cualquier cosa que existe en la naturaleza es plural, nada es singular. El hombre que almacena dentro de él todo cuanto aprende y no enseña a los demás lo que ha aprendido, cuando muera no habrá dejado huella de su paso por la Tierra. Nadie recordará a este hombre, porque ha sido un ser que ha buscado la individualidad, ha buscado el aislarse de los demás. Incluso para odiar se necesita el que odia y el que es odiado. Todo es plural.

Si el andar por la vida es una búsqueda constante del Yo interno, cuando se haya encontrado es el momento de enseñar a los demás cómo se busca. Algunos lo intentan y pocos lo consiguen. Durante la búsqueda, necesitan exteriorizar aquellas sensaciones que les llegan a la mente: sensaciones de alegría y lo exteriorizan cantando, sensaciones de amor y lo exteriorizan componiendo poesías. La forma de expresión más material es la propia palabra como reflejo del pensamiento. La palabra es el reflejo más denso, más accesible, del pensamiento.

El poeta quiere exteriorizar a los demás este sentimiento y lo hace por medio de la palabra, porque sus semejantes tienen que saber lo que él siente. Y lo hace de una forma bella; no utiliza palabras vulgares. Busca en la naturaleza la forma de poder expresarlo mejor. Un río no es para el poeta simplemente un río; puede ser murmullo o arrullo. Cualquier cosa que es reflejo del río, es utilizado por el poeta. Pero la poesía está olvidada. Las palabras se utilizan para convencer a los demás de que somos mejores y más buenos. No es la palabra lo importante. La palabra es teoría; los hechos son la práctica, por tanto la materialización de un deseo y de un pensamiento.

Si el hombre siente calor, busca la sombra para refrescar su organismo. Si el hombre siente frío, busca el calor para sentirse más vivo. El hombre vive siempre pendiente de su cuerpo, de que esté cómodo y atendido, y para ello pospone la atención que su espíritu merece. No damos importancia al espíritu y él es el que realmente dirige y controla todo lo que hacemos. El espíritu ve por encima de lo que nosotros vemos, siente por encima de lo que nosotros sentimos, se comunica por encima de las palabras y por encima de los hechos. El espíritu está por encima de nuestras percepciones físicas.

Si no atendemos nuestro espíritu, cada vez se irá recargando de más y más capas, de vestiduras que variarán su color dependiendo de los actos que realicemos, y está claro que las vestiduras que lo cubrirán serán vestiduras oscuras, porque todo lo estaremos dirigiendo para la satisfacción de nuestro cuerpo, y con vestiduras oscuras la luz no penetrará.

El hecho de vivir ya es una manifestación clara y palpable de que no estamos solos y de que hemos recibido algo muy importante: la vida. Gracias a nuestros padres podemos vivir.

El egoísta no quiere relacionarse con los demás para no tener que dar. Niega hasta la vida a su probable hijo.

No da nada de sí mismo, sólo está con la puerta de entrada abierta y tiene la de salida cerrada a cal y canto. Todo lo que recibe es material, pero la materia pesa. Cuanta más materia almacene, más pesará y más difícil será andar, porque la materia será un lastre. No podrá después desprenderse de ella con facilidad, porque para eso hay que darla. El que no la da, el que sólo recoge, se empezará a hundir. Lentamente se empezará a hundir. Cuando ya esté hundido perecerá, se habrá fundido con la materia. Todo, absolutamente todo, desde la cosa más material a la cosa más etérea, debe servir para enriquecernos en un momento dado. Extraeremos de ello lo que necesitamos y el resto lo deberemos dar.

Nadie debe pedir lo que le sobra. Todos debemos dar lo que no vamos a utilizar. Nadie es más importante por tener más posesiones. El más importante es el que mucho ha recibido y mucho ha dado. Todo se reduce a la palabra amor. Y amor es dar. Amor es entregar la mano a tu hermano si tu hermano necesita esa mano.

No sirve de nada nuestro cuerpo una vez que ha muerto, que la carne empieza a corromperse, porque dentro de nosotros están los suficientes elementos como para hacer desaparecer nuestro cuerpo una vez que ha fallecido. Así pues, ¿para qué queremos enriquecer nuestro cuerpo?, ¿de qué sirve colgarle medallas y abalorios, si nada de eso puede hacernos crecer? Crecer en sabiduría, en la luz, en nuestra propia estimación y en la estimación de los demás.

La sencillez de conceptos, el hablar para que todos nos entiendan, es una forma de dar. El hablar con pedantería para entenderse solamente uno mismo, es soberbia. Esto es un simple ejemplo de lo mal que se puede utilizar la palabra y aquello que, sin merecerlo, hemos recibido.

18. E1 vehículo de la evolución: humildad, fe, caridad y voluntad.

29 de Agosto de 1979

Un vehículo consta de motor y carrocería, pero no serviría de nada si no tuviera combustible que le hiciera andar. De la misma forma, el vehículo de la evolución tiene un motor .que es la fe, una carrocería que es la humildad y un combustible que es la caridad. La caridad es, además, la base fundamental para el movimiento. Tener caridad implica acción caritativa. No es una palabra solamente, es una consecuencia que se deriva de tener caridad. La caridad es la base de la iniciativa, por tanto, el eje central de la voluntad. Voluntad para hacer cualquier movimiento, para acometer cualquier tipo de empresa, teniendo como eje la caridad. Caridad con uno mismo y con el prójimo, que es parte de uno mismo, igual que uno es parte del prójimo, puesto que ambos tienen algo en común: su esencia o espíritu.

Si una persona no tiene voluntad de moverse, acaba atrofiando todos sus músculos. De la misma forma, si una persona no tiene voluntad de evolucionar, acaba constriñendo y atrofiando todos aquellos engranajes de que consta su vehículo.

Amar a tu prójimo significa reconocer que eres como él y que él es como tú. Amar a tu prójimo significa que tienes fe en él, de la misma manera que tienes fe en ti. Amar a tu prójimo es acompañarle, compadecerle y ayudarle cuando esté caído.

Ninguna de esas palabras, fe, humildad y caridad, significarían nada si no tuvieran un fin concreto: realizar una acción.

La humildad, como carrocería del vehículo de la evolución, es lo que ven los demás. La carrocería es el aspecto externo del vehículo; una carrocería que, sin ser pretenciosa, cumpla perfectamente el fin por el que existe.

"La fe mueve montañas", dijo alguien. Sin embargo, una fe quebradiza puede romper también todo el sistema interno de una persona. La fe debe estar bien sujeta en la carrocería, es decir, debe estar bien apoyada en la humildad. Si reconoces que no eres más que una gota, la fe, que es lo que nos impulsa a buscar la fusión con las otras gotas, estará bien apoyada.

La caridad es el combustible. Hacer el bien sin mirar a quién se lo haces, porque en la cadena ese bien retornará, indefectiblemente, al que lo generó. De cualquier forma, hace falta un conductor, y ese conductor debe tener voluntad de conducir el vehículo de la evolución.

En cualquier orden de cosas que se acometen durante nuestra vida, debemos tener fe en su logro, humildad para reconocer lo escaso de nuestros medios, caridad para no herir a nadie durante la consecución de ese logro y voluntad firme para llegar al final.

Los caminos pueden ser tortuosos. Puede haber troncos caídos en medio del camino. La experiencia del conductor evitará el choque. Como experiencia tiene lo que va a aprendiendo día a día, lo que va acumulando en su interior y, además, hay muchas señales que indican los peligros del camino; ellas son su conciencia. Siguiendo las señales, manejando con cuidado el vehículo, teniendo voluntad de llegar al final del camino, no haciendo daño a los demás conductores, sino ayudándoles a que su conducción sea más segura, imprimiendo la potencia suficiente al motor y no descuidando, ni un día siquiera, el cuidado de la carrocería, con toda seguridad llegaremos al final del camino. Y en ese final encontraremos alojamiento, refugio de cuerpo y de alma. Habremos conseguido llegar a la meta que nos propusimos y allí estarán los brazos de aquellos que nos quieren, para recogernos y animarnos a seguir a otra etapa posterior.

No descuidemos el vehículo de que disponemos. No descuidemos ninguna de sus partes. Todas son necesarias. Si una falla, todo falla. Seamos conscientes de que el camino tiene dificultades y no conduzcamos despreocupadamente, porque en cualquier curva podemos encontrar el tronco y hay que estar preparados para saber frenar y esquivarlo.

De algo tiene que servirnos la experiencia. De algo tienen que servirnos los consejos que nos dan conductores más experimentados. No desoigamos las palabras de nadie, porque todos tenemos algo que decir, y aprendiendo lo que nos dicen, asimilándolo, siendo conscientes de cada una de sus palabras, llegará un momento en que podremos enseñar a conducir a otros que hayan empezado después.

19. La sinceridad.

El derrumbamiento de los pilares materiales.

la toma de consciencia.

31 de Octubre de 1979

La constante invariable del comportamiento humano es la falta de sinceridad consigo mismo y, por tanto, con los demás. El empleo de la palabra sinceridad es considerado como un don preciado, precisamente por su escasez. Un hombre puede tener graves defectos en su comportamiento, pero todos quedan borrados si en opinión de los demás ese hombre es sincero.

El ser humano le da mucho valor a esta actitud, pero se cae en el error de confundir sinceridad con agresividad. Se dicen verdades "a la cara" que no son más que conceptos subjetivos no suficientemente meditados; sin embargo, el interlocutor dice que al menos han sido sinceros con él. En realidad, han sido agresivos con él, agresivos y no sinceros, porque para ser sincero, hay que tener una gran preparación humana en todos los niveles.

Si amas no agredís, ni de palabra ni de obra. Si amas, miras, das, entregas. Todo tu cuerpo está siendo sincero en el sentimiento más profundo que existe.

La sociedad debiera valorar mucho más al hombre que ama sin reservas, porque la sinceridad no es más que una manifestación de este amor. Cuando se ama se es sincero, porque se descubre el verdadero juego, la verdadera interioridad del ser al que definen como sincero.

En el constante camino del mundo, desde su prehistoria, desde sus comienzos hasta nuestros días, los puntos álgidos han sido muy claros y muy concretos. De la prehistoria se salió por lo que se llama el Neolítico. El descubrimiento de América cambió las estructuras mentales sobre la concepción del mundo. Seres como Newton, Galileo, Copérnico, apoyaron exhaustivamente las nuevas creencias y los conceptos que el ser humano debía empezar a elaborar desde ese momento. Hombres como Fleming, Pasteur y otros tantos científicos que han dado su vida por mejorar la salud del cuerpo físico de los hombres, marcaron también su hito. Cuando el hombre puso su planta sobre la superficie del satélite de la Tierra, se empezaron a ampliar sus fronteras físicas y cósmicas.

Analizada la historia del mundo, vemos que, en definitiva, todo han sido avances de tipo tecnológico, físico y científico y nos damos cuenta de que la evolución ética y moral ha quedado anclada en conceptos de hace 2.000 años, que siguen ahí sin ser desarrollados. Se utiliza, por ejemplo, la filosofía propugnada por los grandes maestros como bandera, como arma política, como arma económica y de opresión sobre los pueblos, pero apenas se utiliza su mensaje para acercarnos los unos a los otros. Se utiliza para separarnos cada día más.

El constante devenir del hombre desde sus orígenes trajo también cosas positivas, pero éstas a menudo son utilizadas como armas arrojadizas de unos pueblos contra otros.

Es necesario volver la vista a hace 2.000 años para poner ya en funcionamiento los conceptos vertidos por seres que, como Jesús, vinieron al planeta para ayudar. 2.000 años de retraso espiritual lleva la humanidad y el momento del cambio de estructuras mentales, a nivel espiritual, está cada día más cerca.

Es necesario volver atrás para poner en marcha todo aquello que quedó en embrión, todo aquello que quedó estancado y que ahora se hace patente su necesidad.

El hombre debe adquirir consciencia de por qué está aquí, de cuál es su misión, y para ello quizás deba sufrir el derrumbamiento de todos sus pilares materiales, físicos, científicos y tecnológicos. Quizás sea necesario que esto quede completamente arrasado, para que resurja de entre esas cenizas lo que todavía está virgen: su espíritu.

El hombre actual está absolutamente mediatizado por los medios que le rodean. La sociedad le oprime y entonces no sabe encontrar una salida. Piensa que la salida es la agresividad, cuando la única salida es el amor. La única que existe, ha existido y existirá.

Continuará…

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