8 de enero de 2010

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (II) - Parte 9

9 de enero, 2010

IX. EL NACIMIENTO MÁS SORPRENDENTE DE LA HISTORIA: LA MUERTE.

Hay un misterio tan antiguo como la vida: la muerte. Sólo comprendiendo que ambos significan lo mismo, es como se puede llegar a entender que se nace para morir y se muere para nacer.

Desde los orígenes del hombre hasta nuestros días, se han ido desvelando muchos de los “misterios” que nos rodeaban. Poco a poco, se ha pasado de la oscuridad de la ignorancia a la luz del conocimiento, gracias a una sutil energía llamada mente que ha propiciado, en el ser humano, la capacidad de poseer una inagotable curiosidad, necesaria para poder avanzar por el sendero de la evolución.

Hoy día, a punto de traspasar el umbral que nos adentrará en el siglo XXI, los conocimientos alcanzados son enormes y los descubrimientos realizados, gracias a la ciencia y la técnica, asombrosos. Hemos llegado a entender muchos de los efectos que se producen tanto en la naturaleza como en nosotros mismos y también algunas de sus causas. El acceso masivo a la cultura ha permitido un gran desarrollo intelectual que posibilita, en la actualidad, avanzar mucho más deprisa. En este sentido, se ha progresado más en los últimos veinte años que en el resto del siglo XX.

Hay ramas de la ciencia, como por ejemplo la medicina o la biología, que han dado grandes pasos, impensables hace tan sólo unos años, como las nuevas técnicas quirúrgicas o el diagnóstico precoz de enfermedades. Asimismo, estamos a punto de completar el mapa del genoma humano gracias a la ingeniería genética.

En física, por poner otro ejemplo, ya se experimenta con la fusión nuclear en frío y se estudia la an-timateria o las posibles leyes que rigen la estructura del caos. El descubrimiento de la mecánica cuántica ha trastocado los esquemas anteriormente establecidos. Por otra parte, la técnica ha revolucionado nuestra forma de vivir y aún lo hará, en mayor medida, en un futuro cercano con la informática, la robótica y la inteligencia artificial.

Sin embargo, hay una parte del conocimiento aún más importante en el que no se ha profundizado lo suficiente. Se trata del estudio y conocimiento de la esencia y trascendencia del propio hombre como parte de Dios. Cosmos, Amor o como queramos llamarle. Sin este conocimiento no podremos tener una comprensión global de todo lo creado, visible e invisible sino, en todo caso, una visión parcial de la realidad. Quizás por esta razón, muchos de los interrogantes planteados por el ser humano desde sus orígenes, siguen sin respuesta: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿qué he venido a hacer aquí?, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿hacia dónde me encamino?...

La falta de respuestas ha creado tabúes sobre cuestiones fundamentales que nos afectan muy directamente. Probablemente, el mayor tabú de todos sea el que rodea a la MUERTE.
Nadie o casi nadie quiere oír hablar de ella, al menos en Occidente. Preferimos obviar el tema y refu-giarnos en la ignorancia, antes que enfrentarnos a él profundizando en la búsqueda de respuestas que nos hagan descubrir, comprender y aceptar la trascendencia, admitiendo que la muerte es un hecho natural que forma parte de la vida y tiene un propósito y un sentido.

Todos, en mayor o menor medida, nos hemos formulado preguntas relacionadas con ella en algún momento de nuestra vida: ¿por qué tenemos que morir?, ¿tiene algún sentido la muerte?, ¿dejamos real-mente de existir o hay algo después?

Por cultura y educación nos han enseñado a buscar fuera lo que llevamos dentro. De esta forma, nos encontramos con que ni la ciencia ni las religiones saben darnos explicaciones claras y coherentes que nos tranquilicen el ánimo.

La medicina solo estudia las causas y efectos físicos de la muerte, porque no acepta aquello que no se pueda pesar, medir, contar o reproducir en laboratorio. Para la ciencia el hombre no es más que lo que representa: un cuerpo complejo dotado de un cerebro pensante.

Las religiones tampoco han ayudado, más bien al contrario, porque al existir tantas como culturas o formas de pensar, han presentado el fenómeno de la muerte de acuerdo a su propia filosofía.

En Occidente, muchas religiones han predicado bajo la promesa de un cielo difícilmente alcanzable y la amenaza de un infierno, tan eterno como sus castigos, para aquellos que no siguieran sus dictados. Con un Dios de apariencia humana en el que todo Él es amor y bondad, nos enseñaron también a temerle porque igualmente es irascible y vengativo. De esta manera, a través de los siglos, han ido mediatizando y coartando el pensamiento humano, manipulando su tendencia natural a canalizar su religiosidad o deseo de religarse. Si a esto le añadimos que la popularización de la información, la cultura y la educación, han llevado al hombre de hoy a cuestionarse los “valores” tradicionales, poniéndolos en tela de juicio, cuando no recha-zándolos, no es de extrañar que exista un gran vacío interior al no encontrar otros nuevos acordes a su inte-ligencia y conocimientos actuales.

En Oriente el panorama no parece más esperanzador. Las tradiciones y creencias se mantienen gra-cias a unas religiones y filosofías basadas en que el ser humano debe sufrir un número indeterminado de reencarnaciones hasta que consiga despreciar la materia y todo cuando depende de ella para, una vez conseguido, salir de la hipotética rueda de reencarnaciones y alcanzar el éxtasis o Nirvana. Según estas creen-cias, toda acción cuyo objetivo sea material general Karma y debe “pagarse” en sucesivas encarnaciones. Este tipo de pensamientos en los creyentes hace que sus vidas sean netamente pasivas, tendentes a la no acción; “si no me muevo, no creo Karma”. Las consecuencias no pueden ser más desafortunadas: hambre, miseria, enfermedad, ignorancia...

No es de extrañar que tales actitudes, de uno y otro lado, originen que la mente consciente nos haga dudar de todo. Pero esto no resuelve el problema, sino que lo sitúa de nuevo al principio. La muerte se sigue produciendo y seguimos sin respuestas. El darle la espalda, por tanto, no es la solución y antes o después tenemos que enfrentarnos a ella.

Cuando perdemos a un ser querido experimentamos un gran pesar, un hondo dolor. Pensamos que es injusto y nos invade la rabia y la impotencia, pues sabemos que ni el dinero, ni el poder o las influencias, ni siquiera el amor sirven para devolverle la vida.

Si es uno mismo el que está llegando al final de la vida, el proceso es similar. Lo negamos y nos re-belamos ante el hecho. Al no estar preparados para ese momento, el miedo, producido por el desconocimiento, se apodera de nosotros. Sólo después de meditar objetivamente, es cuando vamos incorporando, poco a poco, la posibilidad de que pueda ocurrir y entonces echamos mano de nuestras creencias.

Las teorías, a veces sorprendentes, que encontramos en los Manuscritos no hicieron más que avivar nuestra curiosidad y nuestra necesidad de saber. Durante muchos meses trabajamos ese tema con Acael para completar las lagunas que teníamos aún sin cubrir. Las referencias que recibimos acerca del significado real de la muerte y la trascendencia del hombre, nos han llevado al íntimo convencimiento de que la muerte no existe, tal y como la entendemos, sino que simplemente es el tránsito entre dos vidas.

Hablando de la Vida...

Hubo un momento en que la energía más sutil y poderosa que existe, Dios, tuvo “necesidad” de re-conocerse a sí mismo en toda su amplitud, y para ello se vio impelido a manifestarse a modo de un gigantesco Big-Bang, quedando disperso en eso que llamamos creación manifestada.

De esa gran explosión espiritual quedó un núcleo como referencia para cada una de las partículas creadas, siendo la vida el primer escalón de regreso al núcleo.

La vida, al ir especializándose para acceder a superiores niveles de evolución, llega a tener un grado tan alto de especialización, que está preparada para albergar una “chispa” o partícula de la Esencia del Creador llamada espíritu individualizado y, así, nace el hombre.

Es por eso que decimos que es parte de Dios y está hecho a su imagen y semejanza, porque participa de todas sus manifestaciones (física, energética, mental y espiritual).

Cuando “se nace”, espiritualmente hablando, la esencia lleva incorporadas todas las facultades y potencialidades del Creador, pero el ser humano debe ir descubriéndolo paso a paso a lo largo del camino de la evolución, senda de regreso que le llevará a la Fuente de donde partió, pero con una importante diferencia: siendo ya consciente de su verdadera naturaleza. De ahí el famoso axioma, acuñado a través de la historia por grandes pensadores y filósofos: Conócete a ti mismo.
Este aprendizaje comienza en el plano más burdo de la manifestación, el plano material y para adqui-rir conocimientos y experiencias del mundo físico, es necesario moverse en un vehículo adecuado como es el cuerpo.

Vivir en la Tierra es como ir a la escuela. Cada uno de los acontecimientos que vivís son lecciones que tenéis que aprender. Una vida sin problemas es como una escuela sin aulas, sin profesores, sin materias que estudiar.

Se nace para aprender. Cada vez que el cuerpo físico muere, se sufre un examen que le capacita o le imposibilita para acceder a planos superiores.

El vehículo o soporte, con el uso y el tiempo, envejece y se hace inservible, por lo que es necesario abandonarlo y tomar uno nuevo que permita seguir recorriendo, paso a paso, el camino de retorno. Así una y otra vez, hasta que el conocimiento del plano físico y su dominio sea completo, momento en el que ya no será necesario volver a reencarnar, pues el aprendizaje continuará, a partir de entonces, en otras dimensio-nes cósmicas más sutiles.

El nivel evolutivo del ser humano de la Tierra es muy limitado, por tanto, la mente y su soporte físico, el cerebro, también. Así, la mente consciente no guarda registro de vidas pasadas. Eso os lleva a pensar que la actual es la única que habéis tenido, dudando que vayáis a vivir otras en el futuro. Es por eso que os rebeláis ante la idea de desaparecer del plano material.

El mundo Tierra no está hecho en exclusiva para ninguno de los seres que la pueblan. Monopolizarlo, por tanto, es una utopía, una ilusión. Todos, incluso los grandes Maestros de la humanidad también mueren. No es suficiente una vida para poder comprender cual es realmente el objetivo del hombre.

Os hablaré del proceso de muerte física en vuestra etapa de evolución:

Antes de que se produzca la separación completa y definitiva del cuerpo físico y el astral (ruptura del cordón de plata), tienen lugar una serie de procesos fácilmente identificables:

Sentimiento de cólera al conocer la noticia de que uno va a morir. La impotencia le hace rebelarse ante lo inevitable. El ser humano de la Tierra es reacio a aceptar nuevas situaciones y más si éstas le son desconocidas.

El siguiente paso es la negación de la situación. Se piensa que todo es un error, que a uno no puede ocurrirle algo así, que alguien se ha equivocado. Se intentan todos los caminos científicos y paracientíficos para encontrar remedio. El hombre, no entendiendo su propia trascendencia, se niega a aceptar su desapari-ción del plano físico.

Con el tiempo, empieza a meditar sobre ello y se va convenciendo que cabe dentro de lo posible. Es entonces cuando se producen los pactos y se ofrecen las cosas más diversas a cambio de la curación o de que se retrase el desenlace. Es ya un paso adelante pues se empieza a aceptar la situación.

Finalmente, se produce la renuncia o entrega, en la que el hombre, ya consciente de la situación, y habiéndola aceptado, asume totalmente su transición.

La muerte es el paso de un plano meramente físico a un plano energético durante un breve periodo de tiempo, breve comparado con la eternidad, un parpadeo. Ese parpadeo le sirve al hombre para darse cuenta que hay una forma de realidad distinta, una forma de manifestarse el Cosmos distinta, que a su vez es una referencia para su camino evolutivo; un descanso espiritual que le sirve para reflexionar sobre toda su andadura.

Es el sueño, el descanso al cabo de un día de actividad, al cabo de una vida de actividad.
La muerte física es un estado transitorio donde el espíritu hace un balance objetivo de su trayectoria durante su ya terminada vida física en la Tierra. Cuando se separan el cuerpo físico y el astral, el espíritu debe permanecer un periodo más o menos largo habitando en forma de energía.

La consciencia física del encarnado continúa, una vez que ocurre el fallecimiento, durante un periodo de tiempo que va desde un mínimo de 48 horas hasta un máximo de 72 horas. Durante ese tiempo se siente espectador de una película en la que contempla su cuerpo físico, al que ya no reconoce como propio.

Paralelamente, parte de las capas más bajas del astral, la que corresponden al cuerpo vital o etérico (1ª, 2ª, 3ª y 4ª) comienzan a producir el proceso biológico de la descomposición de la materia. El resto de estas capas, más la 5ª, 6ª y 7ª se separan del cuerpo progresivamente, en forma ascendente, comenzando por los pies y terminando en el cerebro.

Se siente consciente, piensa, ve, oye... no entiende que sucede a su alrededor. Se da cuenta de que no puede incidir en el mundo físico, que las cosas suceden sin su intervención, sin que nadie repare en su presencia y eso le desconcierta.

A partir de ahí vivirá una especie de sueño, donde la mente creará el escenario y las situaciones. Ese “sueño” o periodo de turbación, será más o menos largo, dependiendo del grado de evolución del fallecido y también de sus creencias. En ese estado se capta el entorno que le ha sido familiar durante su vida, pero las imágenes no son las mismas que se pueden ver con los ojos físicos, sino que corresponden a su proyección energética y, por tanto, son más completas puesto que se perciben en un plano de realidad superior.

Poco a poco, el espíritu va entrando en un estado de mayor paz y tranquilidad. Se siente solo, espera y busca a la vez, alguien que le explique lo que le está ocurriendo. Y es así como, con sólo desearlo, aparece un compañero, un guía para responder a sus preguntas y aclarar sus dudas. Igual que el maestro con el alumno, empieza enseñándole las cosas más sencillas para ir poco a poco adentrándose en las profundidades del saber. Así este guía va sembrando los nuevos conceptos en el, todavía, turbado espíritu.

Reflexionan juntos y comprende que la muerte no existe, pues la materia sólo se transforma para dar vida a nuevos seres. El cuerpo físico fue suyo como una vestidura, pero los vestidos no son eternos y algún día se rompen y desaparecen. Ahora tiene otro cuerpo, un cuerpo energético y una mente que sigue su ca-mino de evolución.
Ese ser de luz, o guía espiritual, es el encargado de recordar los objetivos marcados en la recién terminada encarnación y ver hasta que punto se han cumplido. En esa revisión, el espíritu siente, en lo más profundo de su consciencia los efectos causados con sus actos, positivos o negativos, tanto en las personas con las que se ha relacionado durante su vida física, como en el entorno.

Al ir desapareciendo el estado de turbación, el espíritu se va integrando en un plano luminoso que le hacer ver claramente los errores cometidos durante su vida terrena, siendo él mismo quien los evalúa y califica. El propio ser es el que decide si hay que repetir curso o no, si hay que repasar alguna materia o no, y, si hay que repetirla, en qué condiciones ambientales podrá estudiarla mejor.

Teniendo el convencimiento interno de que el andar por la vida es una acumulación constante de conocimientos, las dificultades se vencerán como lecciones que es necesario aprender.

Quizás algunas sean más difíciles y otras más fáciles de asimilar porque se tratan de materias ya estudiadas concienzudamente en vidas anteriores. Es necesario superar tanto unas como otras, ya que, no conociendo el futuro inmediato, es necesario adquirir conocimientos para poder hacer frente a las dificultades de todo tipo que se presenten.

Si se han adquirido suficientes conocimientos a nivel espiritual, será uno mismo quien reconocerá sus errores para corregirlos en vidas posteriores. Si se ha sido rígido, retorcido, egoísta, o no se ha admitido la trascendencia, no se estará capacitado, porque se habrá cerrado en vida la entrada de esos conocimientos y, por lo tanto, deberá ser otro espíritu evolucionado quien indique dónde se ha fallado.

Al ser más consciente el espíritu, del momento evolutivo en el que se encuentra y del camino que aún le queda por recorrer, desea volver a encarnar para corregir defectos de personalidad adquiridos en an-teriores existencias, para efectuar posibles compensaciones con aquellos con los que se había relacionado y para cumplir aquellos pactos, realizados con otros espíritus, que se encuentren todavía pendientes.

Entonces se analiza y planifica cómo, cuándo y dónde volver a nacer dentro de un programa en el que se fijan las grandes líneas maestras, que serán el marco de referencia familiar, social, económica, cultu-ral, de características físicas, etc., donde el espíritu pueda desarrollar su nivel de consciencia y sea capaz de vivir las etapas que, a grandes rasgos, planifica antes de nacer. Se le inculca en la memoria perpetua, ubica-da en el subconsciente, la información y las normas de funcionamiento que necesita para su próxima vida. Previamente, se han establecido los pactos con otros espíritus.

A pesar de todo, no hay garantía que, una vez encarnado, se cumpla el plan o programa. El Cosmos dota a los seres humanos conscientes de una herramienta fundamental para evolucionar que es el libre albedrío o capacidad para decidir en cada momento. No existe el determinismo. Se fijan las oportunidades para conocer a aquellos espíritus con quienes se ha pactado y se ponen delante las circunstancias a superar, pero el resultado final de cómo se viva o se resuelva la experiencia, forma parte siempre de la decisión y la res-ponsabilidad del propio hombre.

Mientras llega el momento de la encarnación, el espíritu no permanece inactivo, sino que realiza trabajos en pro de su evolución positiva, normalmente prestando ayuda a seres encarnados. En muchas ocasiones los desencarnados, que han dejado en la Tierra familiares y amigos, se encargan de protegerles y ayudarles.

Asimismo, al igual que en el mundo físico existe la familia, en el plano energético existe un concepto similar: los espíritus se agrupan por familias espirituales. Son grupos que por afinidad, sintonía, vibración, etc., se relacionan vida tras vida.

Sería algo así como representar una obra de teatro en cada vida, en la que casi siempre son los mismos actores interpretando diferentes papeles en cada obra. Llegado el momento de la muerte física se abandona el escenario y se permanece entre las “bambalinas” esperando que haya una escena donde intervenir.

Una vez perfilado el programa, el espíritu cuenta ya con toda la información necesaria para encarnar. Es entonces cuando empieza a enviar mensajes a los futuros padres con el fin de que conciban. Estos men-sajes se reciben generalmente vía subconsciente, a través de sueños, etc.
Desde el mismo momento de la concepción, el espíritu desencarnado aporta a esas células incipientes la energía necesaria para que tengan vida. El espíritu, como tal, “entra” por primera vez en el nuevo ser cuando han transcurrido tres meses desde la fecundación, cuando el riesgo de aborto espontáneo prácticamente ha desaparecido. A partir de ese momento, efectúa cortos viajes con el fin de ir familiarizándose a todos los niveles, especialmente a nivel físico, con cada célula que conformará su cuerpo, su soporte físico. La incorporación definitiva se realiza cuando hay una razonable seguridad de que ese cuerpo va a nacer: un periodo de tiempo que va desde las 48 horas mínimo a las 72 horas máximo, antes del alumbramiento.

Como podéis apreciar, existe una gran interrelación entre los dos planos de existencia, el físico y el energético. En realidad, son dos aspectos de la vida que se complementan y que tienen su reflejo en los procesos de nacimiento y muerte.

Así, el nacimiento en un plano significaría la desaparición o muerte en el otro. Cuando un hombre muere físicamente desaparece en la fosa, en el vientre de su madre: la Tierra. Ese ser muere para la vida física en el momento en que el cordón de plata se rompe definitivamente. Atraviesa un periodo de turbación y desconocimiento de su nuevo estado. Es ayudado a “entrar” en ese plano por un ser de luz, hasta que vie-nen a recibirle familiares y amigos que habían fallecido antes. Se integra en el mundo energético, entre los espíritus que componen su familia y que le reciben con alegría. Mientras, en la Tierra sus seres queridos lloran su pérdida.
El espíritu desencarnado, al decidir encarnarse en el vientre de una mujer, su madre, también desaparece del plano energético. Los espíritus le despedirán con una cierta pena, puesto que les abandona y tardarán en volver a encontrarse. Cuando se produce el nacimiento y se corta el cordón umbilical, se produce la integración total en el plano físico. El bebé es recibido por el médico que le ayuda a “llegar” bien y también por familiares y amigos que acuden al hospital a darle la bienvenida al mundo. Atraviesa también un periodo de turbación, en el que pasa la mayor parte del tiempo dormido, haciendo frecuentes viajes al otro plano, hasta que paulatinamente se va adaptando.

Cuando el hombre de la Tierra adquiera una mayor comprensión de las leyes que rigen el Universo, se dará cuenta de que la muerte es una necesidad para poder seguir avanzando con nuevas energías.

Descubrirá que su cuerpo físico muere varias veces a lo largo de una misma vida. Que las células que hoy lo forman están muriendo cíclicamente por millones... Que su cuerpo de siete años no tiene prácticamente ninguna de las células que tenía al nacer y que eso ocurre de forma natural cada pocos años. Exceptuando sólo, a las células nerviosas, pues las neuronas son las únicas que no se regeneran.

Esa es la ley que rige la vida: la regeneración constante para seguir viviendo. Una ley que tiene como único objetivo que cada día seamos un poco más conscientes de que tanto el cuerpo físico, como las energías vitalizadoras, como la mente, están puestas al servicio del descubrimiento más importante: “La propia Divinidad”.

El ambiente es tenso, la atmósfera está cargada con sentimientos encontrados, el aire que se respira parece estar plagado de las dudas y miedos de los allí reunidos. Los familiares y amigos muestran su dolor por la inexorable partida de aquél que había compartido tantos momentos dichosos con ellos.

Nadie sabe que decir, los sentimientos por la marcha del ser querido están teñidos por el miedo al olvido. Nadie quiere interferir. Sólo sus miradas expresan las emociones que están viviendo en esos instantes. El capta todas esas energías que tienen la doble virtud de empujarle hacia adelante, a emprender su viaje por un lado y retenerle junto a sus seres queridos, los que han llenado sus momentos, por otro.

Todos son conscientes de que cuando traspase el umbral estará en la otra vida. Todos saben lo que eso significa y por eso sus deseos más fervientes son que el trance no sea doloroso. Aunque llevan tiempo preparándose para la separación, llegado el momento se dan cuenta de que es duro ver marchar a alguien. Una última sonrisa acompaña al adiós que pone punto final a una relación de amor largamente mantenida.

Su espíritu de pronto, se hunde en un oscuro túnel al final del cual brilla una intensísima luz. Una fuerza irresistible le atrae como si fuese un imán, quiere llegar cuanto antes al pequeño punto luminoso que se ha convertido en su única referencia.

Se siente presionado, como si algo o alguien le empujara, mientras va creciendo en él la necesidad de ir hacia la luz. Un último esfuerzo y finalmente se zambulle en una luminosidad increíble que todo lo inva-de. La presión desaparece, el túnel, la oscuridad, la opresión... todo quedó atrás. Siente todo su ser sacudido por sensaciones desconocidas... ¿dónde está?... ¿qué ocurrirá ahora?... Se siente extraño en un entorno muy diferente al que estaba acostumbrado hasta entonces.

Tímidamente abre los ojos y mira alrededor. La luz le ciega en un primer instante pero después empieza a descubrir a su lado formas, rostros que se le acercan. Siente como le tocan, le acarician con sumo cuidado... Se siente sorprendido y sobrecogido a la vez. Ve como unas caras familiares vienen a recibirle... todos sonríen... se respira alegría y gozo. No hay duda, han venido a recibirle. El gran viaje ha terminado, ya ha llegado por fin a la otra vida: UN NIÑO ACABA DE NACER.

EJEMPLO DE RELAJACIÓN REGRESIVA:

La experiencia deberá hacerse deteniéndose 15 minutos en cada etapa y al menos 7 etapas desde la muerte al nacimiento o viceversa. Si se comienza con un nacimiento hay que morir y volver a nacer.

Se realiza una relajación profunda, relajando primero el cuerpo físico paso a paso, liberándole de ten-siones y bloqueos, hasta conseguir una completa laxitud y un control y ritmo de la respiración adecuado a cada uno.

Respira profundamente... Inspira... Expira...

Nuevamente llena tus pulmones completamente... Inspira... Expira...

Comienza a relajarte paulatinamente, desde la cabeza a los pies. La sensación de relajación surgirá de cada poro de tu cabeza, desde el cuero cabelludo y discurrirá hacia tus mejillas, hacia tus ojos... como si una energía muy sutil fuese inundándote. Sientes como te invade una sensación cálida y agradable que te hace sentir tranquilo, muy tranquilo.

Lentamente ver forjando en tu pantalla mental una imagen agradable.

La relajación baja hasta la boca y la barbilla de tu mente empezamos a conformar una imagen.

La imagen de una fotografía tomada hace 5 años. Vamos a poner en la mente, en tu pantalla mental, una fotografía tuya de hace 5 años.

Obsérvala... Observa tu figura impresa en el papel... Fíjate bien en cada uno de los detalles: la ropa que llevabas puesta, tu aspecto físico, el lugar donde está hecha la fotografía... ¿estás sólo?... ¡Quién te acompaña?...

Fíjate bien en esa fotografía, en ti, vestido con unas ropas distintas de las que ahora llevas puestas.

Vive la situación por la cual te hicieron esa fotografía.

Siente esa falda, ese pantalón, esa camisa o jersey, esos zapatos... Míranos y siéntelos... métete dentro de la fotografía y revive ese momento con toda intensidad, tratando de reproducir los sentimientos que te embargaban en aquel momento de tu pasado... (pausa)

La memoria está tratando de captar por una imagen de fotografía todo un momento, toda una circunstancia, y todo a partir de una simple fotografía, es decir, de un solo instante.

Nuestra memoria es muy limitada a nivel consciente. Recordamos un instante y nuestra vida está llena de ellos. Cada uno de esos instantes, cada uno de esos segundos significan una historia por sí mismos... (pausa)

Visualiza ahora una fotografía que te hicieron cuando tenías 15 años... 15 años... pausa)

Recuerda el colegio, al profesor o profesora... como era... qué facciones tenía... como vestía... qué enseñaba... y mírate, reconócete... fíjate en tu imagen.

¿Cómo vas vestido?... ¿Cuándo te hicieron esa fotografía?... ¿Por qué?... ¿Quién?... ¿Dónde?... ¿Para qué?...

Tu mente encontrará esas respuestas y añadirá cada una de las circunstancias que acompañaban a ese momento.

Vive... métete dentro de esa foto, de esas circunstancias y recuerda... recuerda...

Cada vez tus músculos están más y más relajados. La relajación ya ha adormecido los brazos. El pecho y el estómago están más y más distendidos.

Tienes 15 años y sientes y piensas como un chico o chica de 15 años... (pausa)

Los amigos, el colegio, los padres, los hermanos... (pausa)

Fíjate bien en la fotografía... mira que aspecto tienes... observa cada prenda de tu vestuario, el jersey, la blusa o la camisa, los zapatos, los calcetines... Primero lo muy evidente y luego trata de buscar los detalles insignificantes, aquello que pasa desapercibido... (pausa)

Ahora tienes 9 años. Vives y piensas como un niño de nueve años, sin preocupaciones, sólo jugar y estudiar... (pausa)

Tus padres son más jóvenes... Te sientes mucho más pequeño... Mira tus manos, tu jersey, tócale, recuerda su tacto... Mírate los zapatos, ¿están sucios o limpios?... ¿Son negros, blancos, de qué color?... ¿Cómo son?... Los calcetines.

¿Qué llevas en la mano?... ¿Quién está haciendo la fotografía?... ¿Dónde estás?... ¿Quién es tu profe-sor en clase?... ¿Cómo habla?... ¿Qué te enseña?...

Piensa, recuerda, vive ese momento… (Pausa)

Ahora tienes en tus manos, en tu mente una fotografía de cuando tenías dos años…

Estás desnudo, metido en una bañera, bañándote en agua caliente, tibia, agradable.

Te mueves dentro de la bañera disfrutando de las sensaciones de tu piel…

Mira tus manos, pequeñas, tiernas… Tus pies, mira tus pies… Y tu cuerpo gordito, tierno, suave… Chapoteas en el agua, siente el agua cálida… Eres mucho más ligero que ahora… Estás mucho más vivo que ahora… (Pausa)

Aún eres más pequeño, mucho más pequeño… Dando un salto atrás estás dentro del vientre de tu madre…

Ahora estás rodeado de un líquido tan cálido como el de la bañera… nadas… flotas… Está oscuro y algo te dice que estás en paz, absolutamente en paz. Alimentado, cuidado, caliente, protegido, estás apaci-blemente rodeado… Siente esa sensación cálida de comunicación con tu madre dentro de tu vientre… Estás flotando…

Tocas las paredes con tu manita pequeña, chiquitina… Míratela… No ves, tienes lo ojos cerrados pero resulta muy agradable estar allí… Siente esa sensación… Todo tu cuerpo está relajado, todo tu cuerpo está en paz… (Pausa)

Vas a nacer… Vas a deslizarte por ese tubo angosto que es el útero de tu madre y vas a salir a la luz, a la vida…

Empieza a experimentar como te empujan por los pies… Te empuja una especie de pared… Y tú empujas también con la cabeza, empujas, empujas… Comienzas a entrar en un tubo angosto pero cálido… Notas como tu nariz y tus mejillas se aplastan un poco y esa pared que tienes a tus pies te empuja…

Por fin, con un tremendo esfuerzo… un tremendo esfuerzo, sacas la cabeza y después todo el cuerpo. Alguien corta tu cordón umbilical y empiezas a respirar profundamente el aire que te rodea…

Estás respirando por primera vez en tu vida… hay luz y gente a tu alrededor…

Siente todas esas sensaciones… vívelas… recuérdalas… porque están impresas en tu memoria…

¿Qué te hicieron?... ¿Cómo te trataron?... Recuerda las cálidas sensaciones de tu madre, desde fuera en lugar de desde dentro… (Pausa)

Ahora, mentalmente, por una al lado de otra todas las fotografías que te han tomado en tu vida hasta ahora…

2 años… 9 años… 15 años… 20 años…

Hace 5 años… y la actual, también la actual…

Obsérvalas… diferentes caras… diferentes trajes… pero eres tú… en todas ellas eres tú…

¿Qué cambia?... ¿Qué se modifica?... Eres tú ese niño de 2 años, tú con tu esencia y tu pensamien-to… Y ese adulto de la última fotografía también eres tú…

Cada fotografía es un instante de tu vida…

Intenta retrospectivamente volver a recordar otros instantes… Porque con ellos… uno a uno… conseguirás saber tu historia… Conseguirás saber por qué estás aquí… por qué antes de nacer elegiste renacer aquí y en ese día… en ese ambiente… con esos padres… por qué… (Pausa)

En este ejercicio de regresión, llegará un momento en que pases la barrera del vientre de tu madre y conexione tu memoria con el plano de donde procedes cuando no estás encarnado…

Armoniza tu cuerpo… Visualízate en todas y cada una de tus edades y armoniza con ellas…
Porque en todas eres tú. Armonízate también con ese otro niño que nace de otra madre junto a la tuya, que crecéis por separado pero que procedéis del mismo sitio… Armonízate con él también… Y armonízate con todos los seres vivos que te rodean, humanos o no, porque todos, tarde o temprano, estaremos juntos, porque juntos estuvimos en el pasado…

A partir de ahora tú mismo tomarás tus fotografías del futuro… Algo en tu memoria también sabe las líneas maestras de ese futuro… Sólo necesitas hacer esa fotografía y entonces lo conocerás… Pon en orden tus deseos y tus objetivos y dirige tus esfuerzos hacia ellos… Pon en marcha tus energías mentales, astrales y físicas y alcanzarás lo que te propongas… Tu mente encontrará el camino… El pensamiento es creador. Crea cada día tu futuro de una forma consciente… Visualízalo, créalo, medítalo, vívelo…

Ahora, lentamente, recobra tu energía y distribúyela por todo el cuerpo. Siéntela llegar a cada célula que despierta… se despeja y transmite a su compañera la orden de alerta, de vigilia.
Continuará....

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